Con sus orlas comenzó a escribirse la historia de la Universidad de Vigo. Son las primeras que se colgaron en los pasillos de las escuelas y facultades de los tres campus del sur de Galicia tras independizarse de la tutela de Santiago en el curso 1989/90. Los primogénitos de la institución académica, que este curso celebra su veinte aniversario, hablan a FARO de su paso por aquellas aulas.

Quienes entraron en las titulaciones que ya estaban en marcha apenas se enteraron de la segregación de Compostela, pero los alumnos de las nuevas carreras se estrenaron con falta de profesorado, descoordinación de horarios y falta de infraestructuras.

A comienzos de los noventa, proliferaron los encierros de estudiantes en los centros y en el antiguo Rectorado de la calle Areal. Los estudiantes de Biología tuvieron que cursar tantas asignaturas al implantarse el segundo ciclo que muchos acudieron a su acto de licenciatura sin saber si habían aprobado. Y lo hicieron muy pocos.

En Traducción sufrían falta de docentes y los matriculados en Bellas Artes, en el campus de Pontevedra, se tuvieron que movilizar hasta conseguir que los trasladasen a otro centro donde hubiese espacio para todos.

El profesorado, en su mayoría joven, como es lógico en una universidad que estaba naciendo, echaba mano de la ilusión, que a veces superaba en gran medida a los medios, para intentar sacar adelante las carreras.

Pero las primeras promociones también tienen buenos recuerdos de su etapa universitaria como la oportunidad de estrenar nuevas facultades y el compañerismo que se generó entre los estudiantes y que dio lugar a grandes amistades que todavía hoy conservan.

Era una carrera "muy esperada" en Galicia y Saleta, natural de Foz, dejó Turismo en A Coruña para venirse a Vigo. A igual que otras primeras promociones, pagaron la novatada: "El horario era inhumano y había descoordinación y falta de profesorado. Hubo muchos momentos de protestas y reivindicaciones". Destaca, eso sí, el "buen ambiente, la ilusión y el compañerismo" que había clase, donde hizo "amistades muy fuertes" que todavía hoy conserva.

A día de hoy, su antigua facultad es la que más erasmus envía y recibe, pero en aquella época ella fue uno de los cuatro alumnos que realizaron un intercambio en el extranjero.

A principios de los noventa, la titulación era una gran desconocida, incluso entre los demás universitarios. "Cuando les decíamos lo que estudiábamos todos pensaban en teatro. Pero esto ha ido cambiando y en el campo de las humanidades es de los títulos que más salidas tiene", apunta.

Saleta, que sigue viviendo y trabajando en Vigo, es la vicepresidenta de la Asociación Galega de Profesionais da Traducción e a Interpretación (AGPTI), un colectivo creado por estudiantes de las promociones más veteranas. "Fuimos los primeros en elaborar unos estándares profesionales para poder ejercer. La gente que se dedicaba a esto en Galicia no estaba especializada y nuestra presencia permitió elevar el número de traducciones y la rapidez", subraya.