Hay situaciones y elementos que desatan la cleptomanía. La sana. Esa necesidad de hacerse con algo que se supone de gorra, aunque después no se utilice. Los caramelos de la cabalgata de Reyes, los bombones de los cumpleaños, los platos interminables de los bufés. Y, por supuesto, los "amenities" de los hoteles. Productos de acogida como cepillos de dientes, peines, botellitas de gel y champú, etc. Ya están allí para eso. Pero, con la crisis económica global soplando los bolsillos, la mano se vuelve más larga y vuela. Toallas, albornoces, zapatillas, mandos de la televisión, pilas, guías telefónicas, bolígrafos, colchas de las camas, y hasta secadores. Pero, ¿es realmente necesidad o fruto de una cleptomanía desatada?

Los hoteles vigueses son conscientes de que el hombre es un poco cuco por naturaleza. En el NH Palacio de Vigo ya saben que la gente retira los geles para que se los renueven y poder así llevárselos para casa. En cierto modo, este tipo de productos de "primera necesidad" ya van incluidos en el precio. Incluso los estuches de costura, las esponjas para limpiar los zapatos, las bolsitas con pañuelos, etc.

Pero hay otros elementos que no entran dentro de las previsiones de los directivos más generosos. "Se llegaron a llevar los espejos de aumento de los cuartos de baño", informan desde el hotel Galicia. Las toallas de piscina se han convertido en el objeto más codiciado. En el Gran Hotel Samil este año tuvieron que reponerlas todas y aplicar un depósito económico que cubriese el importe de la prenda en caso de sustracción. "Depende de las personas, aunque también se achaque a la crisis; sobre todo lo hace gente mayor que está acostumbrada a coger todo lo que puede porque en algún momento de su vida pasó necesidad", consideran desde el turístico centro de alojamiento. Cifran el aumento de los hurtos en un 25 por ciento. A ellos les roban también las pilas y los mandos de la televisión completos: "Los renovamos hace poco y ya nos hemos vuelto a quedar sin ellos". Y en el Ipanema también birlan alguno que otro. En el Compostela desaparece de cuando en cuando una colcha de cama o un juego de sábanas.

Todos coinciden en lo difícil que resultaría establecer controles en cada habitación previos a la marcha de los clientes. "No todos se van a la misma hora, y una cosa es echar un vistazo rápido y otra mucho más complicada hacer un análisis en toda regla", expresan desde el hotel Bahía de Vigo.

Se duplica la pensión completa y vuela el papel higiénico

Arramplan lo que pueden y más. Sirve todo lo que tenga algo de aprovechable. "Roban de todo, de todo. Con esto de la crisis económica es verdaderamente horrible. No damos a basto para reponer todo lo que se nos llevan", relata una anónima limpiadora en un conocido hotel de la ciudad. "Hay una pareja de amantes de Chapela que, cada vez que viene, se marcha hasta con el papel higiénico del armario de repuesto", expresa muy indignada. En el Gran Hotel Samil también informan de que es habitual que desaparezcan los rollos.

Las mantas y los cobertores también sufren mucho en esta situación.

"Pa la saca"

Los productos envasados de los comedores de los hoteles también se volatizan. En un visto y no visto pasan de la mesa al bolso. No es por nada que se hayan disparado en un 50 por ciento las pensiones completas y medias pensiones. Además de lo que se ahorra al incluir la comida y la cena en el precio de la estancia frente a lo que supondría ir de restaurante, siempre cae un agua, un par de panecillos, unos cuantos paquetes de mermelada y mantequilla y alguna que otra pera para "merendarse" bien merendada la merienda.

En el NH Palacio de Vigo notan sobre todo cómo desaparecen los zumos y los batidos. En el AC Palacio Universal, aunque los clientes "se comportan bastante bien", las botellas de agua de los minibares las esconden muchas familias para llevarlas a la playa. También reconocen que en esta época estival aumenta el consumo de la bollería. No saben si atribuirlo a la crisis económica que hace desaparecer las napolitanas y los cruasáns en los bolsillos o, de forma más inocente, a que el tiempo libre y las actividades de ocio abren el apetito de una forma que no consiguen las largas jornadas laborales.

En el hotel Bahía ya son históricos los hurtos en el bufé libre del comedor.