“No había solución. Día a día se iba marchitando, y cada vez estaba peor. Caminaba tres metros y se fatigaba, no podía ni comer”, relatan mientras recogen las últimas pertenencias del hospital Meixoeiro Plácido y Manuel, hijos de la paciente con la que se estrenó en España una nueva técnica para instalar una válvula de corazón, que no requiere apenas cortes. Se denomina “poco invasiva”, pero en la práctica abre la puerta a la esperanza para muchos enfermos que hasta ahora no podían operarse por su avanzada edad.

Cristalina Martínez llevaba doce años con otra prótesis en la aorta, que ya no funcionaba. Cuenta con 85 años y probablemente, no aguantaría la cirugía convencional, a corazón abierto. Ésta implica transfusiones de sangre, una gran incisión en el costado y conectarla a una máquina de circulación extra corpórea que sustituye la función cardiaca. La intervención culminó con éxito a cargo de un equipo multidisciplinar del Complejo hospitalario vigués (Chuvi) y en la que colaboró un cirujano de San Sebastián.

El pasado jueves se fue a su casa en Salceda de Caselas, sólo siete días después de salir del quirófano. Pero antes de abandonar el hospital, mostró su disposición de llegar a los 86, el próximo mes de diciembre: “Estoy hecha una moza, tengo ganas de sanar”, espetó tras darle el alta. Cristalina Martínez derrocha simpatía en su vuelta a nacer y quiere leer. “Tiene ganas de ver la finca, de sentarse al sol, de estar con los animales”, asegura la paciente que compartió habitación desde la cama de al lado, Pilar Pérez. Su compañera hace énfasis en la paciencia y dulzura de la recién operada: “Es un ejemplo de educación y muy sufrida”, explicó.

Aunque le queda tiempo para la recuperación total -se quedó en el Meixoeiro para hacerle un seguimiento, debido a la intervención experimental- sus hijos ya perciben las primeras mejoras: “La calidad de vida que está llevando ahora, caminando y respirando sin dificultad, ya es mucho mejor”, comentaron.

“O que importa é estar ben, nena; todo o demais son contos.” Es la última frase que dedica, con las manos fuertemente agarradas y mirando a los ojos.