Tendencia al aislamiento, más descuidados en los estudios y reacios a pasar tiempo con sus pandillas fuera de casa. Estos son algunos de los síntomas con los que se presentan en las consultas de psicología infantil padres preocupados por el excesivo tiempo que sus hijos pasan frente al ordenador. Redes sociales y “messenger” se han convertido para decenas de ellos en una verdadera adicción que se traduce en trastornos de conducta. Sin una unidad especializada en la Sanidad pública, la mayoría de los casos se canalizan a través de gabinetes privados de psicología, que pueden atender una media de cinco o seis casos al año. “Pueden representar un 5 por ciento de nuestra actividad total”, explican desde Graña Saúde, que trata actualmente a dos jóvenes con problemas de adicción al móvil, tres adolescentes enganchados al ordenador y otros dos jóvenes de 22 y 27 años con el mismo problema.

¿Cuándo la afición se convierte en patología? Los médicos consideran que el riesgo empieza “cuando en lugar de emplear los dispositivos electrónicos durante el tiempo libre, estos ocupan más horas y acaban perturbando el desarrollo normal de la vida y las relaciones con la familia, los amigos o la pareja”, describe una de las terapeutas de Graña Saúde.

Los expertos son conscientes de que a sus consultas sólo llegan “una pequeña parte de las personas enfermas”, ya que insisten en que “a un niño es fácil traerlo, pero a un adolescente por la fuerza es imposible”. Esa es la experiencia en el gabinete Arca, donde reconocen que en los niños de seis a diez años se suele detectar el problema cuando disminuye el rendimiento escolar y en los adolescentes cuando muestran síntomas de aislamiento.

No hay diferencias en cuanto a sexos ni edades y todos coinciden en que la adicción a la tecnología revela en el fondo un problema de inmadurez. “Las nuevas tecnologías le permiten moverse en un mundo de fantasías. Les da la oportunidad de manifestarse no como son, sino como les gustaría ser”, advierten desde el gabinete Codex, que lleva cuatro casos en el centro.

Sus psicólogos explican que los menores utilizan el chat y las redes sociales en base a tres motivaciones principales: como vía de escape que les permite huir de los sentimientos de soledad y tedio de la vida cotidiana; buscar información, y como vía para la interacción social.

No demonizan las tecnologías y reconocen que son necesarias y beneficiosas, por lo que a diferencia de drogas o alcohol, no se busca una abstinencia completa en el paciente, sino un uso adaptativo que debe ser supervisado cada cierto tiempo por los especialistas y en casa por la familia.

“A veces es difícil que los padres reconozcan que son parte del problema”

Una de las claves del problema y también de su solución son los padres. Coinciden los tres gabinetes en que es necesario que éstos ejerzan un imprescindible papel de “control y prevención”. Explica uno de los psicólogos de Arca que “es necesario que establezcan cuanto antes unos límites en el uso del ordenador, la televisión o el móvil y ofrecer alternativas al menor, juegos o hábitos al aire libre y con amigos”.

Prestar atención a los chicos y controlar el tiempo en que están solos frente a la pantalla puede ayudar a evitar problemas, así como actuar sin temores antes de que la situación se enquiste o llegue el fracaso escolar.

Indicios que permiten a las familias detectar conductas de riesgo

Desde el centro de psicología Codex enumeran una serie de indicios específicos que ayudan a detectar conductas adictivas respecto al uso del ordenador y otros aparatos tecnológicos. Los pacientes suelen mostrar deseo de pasar más tiempo ante la pantalla; rechazan dedicar tiempo a otras actividades; revelan cambios drásticos en sus hábitos para conectarse; sufren alteraciones del sueño; evitan actividades importantes que antes les resultaban gratificantes; disminuye su sociabilidad y pierden amistades; se vuelven más negligentes con la familia y los amigos; empiezan a descuidar los estudios y las demás obligaciones personales.