Las calles del centro de Vigo se tiñeron ayer de amarillo y verde. Miles de personas con sus palmas o ramos de olivo se dieron cita en la tradicional procesión del Domingo de Ramos, que, un año más, congregó a una multitud de fieles y curiosos de todas las edades. La buena climatología acompañó al paso. A su salida sobre las doce del mediodía de la iglesia María Auxiliadora, un sol radiante iluminaba la talla de Jesucristo a lomos de La Borriquilla, con más de 50 años de antigüedad y esculpida por el artista santiagués Aldrey.

Diez cofrades encapuchados de Nuestro Padre Jesús del Silencio encabezaron la comitiva al son de sus tambores. Tras ellos, el centro de todas las miradas y de cientos de cámaras de fotos y vídeo: Jesucristo montado en La Borriquilla. “Ahí viene mamá, mira el burrito pequeño”, le decía un niño a su madre mientras esperaba en la Porta do Sol la llegada de la procesión. Al igual que él, muchas otras personas se agolparon en torno al Sireno aguardando por la procesión, que transcurrió por Ronda Don Bosco, Cachamuiña, Falperra, Paseo de Alfonso y Elduayen.

El paso iba ganando fieles a medida que avanzaba, aunque la mayor concentración de gentío se produjo en la Porta do Sol, donde tuvo lugar la tradicional bendición de los ramos. De ella se encargó el párroco de Santiago de Vigo, Manuel Seijo, quien pronunció unas palabras por un megáfono mientras pequeños y mayores alzaban sus palmas a la vez que las meneaban. Miles de voces totalmente coordinadas rezaron el Padre Nuestro al término de la bendición, para proseguir con el camino de la procesión.

A diferencia de otros años, el desfile evitó pasar por Policarpo Sanz debido a las obras y se desvió por Príncipe, donde un numeroso público esperaba en los márgenes de la calle por la llegada de La Borriquilla. Luego se dirigió por Urzáiz y República Argentina para finalizar la comitiva frente a la iglesia de Santiago de Vigo, en García Barbón.

Tanto Protección Civil como una veintena de policías locales desplegaron un amplio dispositivo para que la celebración que abre la Semana Santa viguesa discurriese de la mejor forma posible.

Todos querían tocar con sus ramos a La Borriquilla, pero los organizadores no permitieron a los fieles hacerlo hasta llegar al final del recorrido, donde, ahí ya sí, decenas de personas rodearon la talla de Jesucristo para que sus palmas la alcanzasen. Incluso los padres cogían en brazos a sus hijos para que también la pudiesen tocar con sus pequeñas palmas adornadas con lazos.

Y es que la procesión de Domingo de Ramos es la procenDomingo de Ramos es de los niños. Ellos, junto con La Borriquilla, comparten protagonismo en el centro de atención. El sol que lució toda la mañana permitió a los “peques” estrenar la ropa nueva de primavera, tal y como marca la tradición.

Los primeros turistas de la Semana Santa se dejaron ver en la primera procesión de Pascua. Los más despistados dejaron la compra de la palma para última hora, aunque tuvieron la portunidad de adquirirla cuando el paso ya estaba en marcha. Una mujer en la Porta do Sol arrojó un manojo de ramas de olivo en el suelo con el propósito de venderlas. Otros fieles incluso se hicieron con los ramos de forma gratuita arrancándolos de los olivos del Paseo de Alfonso.

Deseos de los fieles

El desfile, a paso lento, duró una hora y media aproximadamente, y no registró ningún tipo de incidente. Los más devotos acompañaron a La Borriquilla a lo largo de todo el recorrido, aunque la mayor parte de la gente esperaba agolpada en los márgenes de las calles a la espera del paso. Una brasileña “muy creyente”, según se definió ella misma, no paraba de sonreir detrás de la talla de Jesucristo, que simula su bienvenida en Jerusalén. “Me encanta venir a esta procesión con mi hijo. Acudimos todos los años. Si no creo en esto, ¿en qué voy a creer?”, decía la joven durante el recorrido de la comitiva. “Yo pido más cariño entre las personas y un trabajo, a ver si se va de una vez la crisis”, expresa la mujer, mientras su hijo bromea con la recesión económica. “A ver si nos saca de ella Zapatero”.

Otros fieles, por su parte, también se manifestaron contentos con la procesión, que, a excepción de la variación del recorrido con motivo de las obras de construcción de un parking en Policarpo Sanz, no tuvo grandes modificaciones. “Fue como todos los años”, señalaba una señora mientras acompañaba al paso.

Al término de la procesión, decenas de fieles se agolparon en torno a la talla de Jesucristo, aparte de para tocarlo con sus palmas, también para hacerse con alguno de sus ramos de olivo. Cuando la muchedumbre desapareció, con ella también se esfumaron los ramos. No quedó ni uno. Lo cierto es que las calles del centro de Vigo fueron ayer un hervidero de júbilo y devoción que puso el punto inicial de la Semana Santa viguesa. El próximo fin de semana se seguirán sucediendo diferentes actos para celebrar la muerte y resurrección de Jesús.