a. m.

Lleva diez años en Médicos sin Fronteras (MSF) y tiene por delante un año de intenso trabajo contra el VIH en Zambia, donde el 17% de la población es portadora del virus. Emilio Cuadro, logista de la organización, ha trabajado los últimos dos años en el Congo, donde hace dos meses una religiosa perdía las dos piernas en un accidente. Sereno y comprometido, sin el menor atisbo de temor en su discurso, este vigués sólo teme a la frustración de trabajar con medios limitados en países con las necesidades básicas sin cubrir .

-Accidentes como el de la hermana_Presentación López en el Congo, ¿preocupan a las demás ONG o les infunden ánimo?

-Los accidentes representan un riesgo real en nuestra rutina diaria que intentamos evitar por todos los medios a nuestro alcance. Información, prevención y también cierta preocupación personal son imprescindibles en nuestros destinos. Pero también está la fatalidad, y esta vertiente azarosa del riesgo tenemos que asumirla como parte de nuestro trabajo y compromiso con la población local a la que asistimos.

-¿Cómo se ha vivido el incidente en Zambia, estando también en misión humanitaria?

-Naturalmente, con angustia y frustración. La pregunta de si hubiera podido evitarse es realmente la más pesada para todos. Independientemente de la gravedad del incidente, después del suceso, sea cual sea, se intenta minimizar en lo posible las consecuencias y buscar la solución más acertada entre todos.

-¿Qué tipo de precauciones adoptan en la organización?

-En todas las misiones de MSF tenemos un plan de seguridad previamente diseñado que intenta cubrir todos los aspectos que influyen en nuestra integridad diaria. El dispositivo se intenta adaptar a las características de cada país, buscando una mejor cobertura del grupo.

-¿Cuál es la parte más dura de su trabajo en Médicos sin Fronteras? ¿Desgaste físico o mental?

-Es un trabajo con una gran carga emocional. La responsabilidad de intentar hacerlo bien en condiciones difíciles y con medios siempre limitados en comparación con las necesidades de la gente a las que ayudas siempre genera frustración. Compartir y vivir de cerca las condiciones de vida de la población local, sin acceso a la cobertura de sus necesidades básicas, especialmente sanitarias, no nos ayuda a sentirnos bien.

-Ni una palabra a su bienestar físico. ¿No le afectan las duras condiciones de vida?

-Nuestra misión tiene también esa vertiente dura, pero casi como anécdota. Las condiciones sobre el terreno no siempre son fáciles, es cierto, tanto desde el punto de vista de la seguridad como de servicios básicos -luz, agua, comida o distracciones-. Pero no son prioritarias.

-Poco parecen importarle, teniendo en cuanta su larga trayectoria. ¿En qué países ha estado destinado con anterioridad?

-Estuve en tres ocasiones en Angola desarrollando proyectos de atencion primaria, malnutricion,desplazados,Trypanosomiasis (enfermedad del sueño) o cólera, entre otros. Después vino Ecuador, entre 2003 y 2004, donde teníamos proyectos en Puerto del Carmen y la frontera colombiana, donde asistimos a víctimas del enfrentamiento entre las Farc y el ejército. En República Centroafricana (RCA) estuve entre 2006 y principios de 2007, en campos de refugiados de Sudán y la frontera con el Chad. Después dos años en el Congo y ahora es el turno de Zambia, desde el 18 de octubre.

-¿En qué proyecto están inmersos en el centro de Africa?

-El objetivo prioritario es facilitar el acceso al tratamiento y cuidados de VIH en el distrito de Kapiri Mposhi. De forma paralela, intentamos prepararnos para emergencias, monitorizando la situación sanitaria del Zambia para dar una respuesta rápida ante cualquier catástrofe.