Los dos puentes romanos de la ciudad se hunden en el olvido. La maleza, el tráfico rodado que han soportado durante años y la carencia de planes de conservación ponen en serio peligro la supervivencia de estas dos joyas arquitectónicas que coronan el curso del río Lagares en Sárdoma y Castrelos. Ambas construcciones están incluidas en el catálogo de bienes patrimoniales de la Xunta de Galicia desde hace más de una década pero han quedado al margen durante todos estos años de las políticas de rehabilitación de las administraciones.

Como elementos inventariados, desde la Consellería de Cultura sostienen que su mantenimiento es responsabilidad conjunta del Concello y del Gobierno gallego, que debe autorizar cualquier intervención sobre los mismos curiosamente por su valor arquitectónico y cultural.

Mientras ambas partes se deciden a actuar, el puente de Sárdoma se encuentra semihundido por la presión del tráfico rodado -incluidos camiones- que soportó hasta hace bien poco, con la recuperación de los márgenes del río Lagares como zona de paseo. Actualmente es lugar de paso habitual para decenas de vecinos, la mayoría de los cuales desconocen su origen al carecer de señalización alguna.

La sección de Cultura de la Federación de Vecinos teme por su futuro y demanda su recuperación inmediata, pues asegura su portavoz, Xosé Couñago, que los pilares "siguen mostrando solidez pero que el pavimento está seriamente dañado". A través de una página web en la que reivindica el valor del desconocido románico vigués y una ruta municipal en papel y disponible a través de Internet, denuncia su "estado de abandono y reclama una limpieza completa", ya que la maleza de los márgenes del río amenaza con desprender piezas de la estructura.

Pintadas y maleza

Su estado deja mucho que desear, pero sorprende más si cabe el abandono de su "compañero" en Balaídos, carcomido por la vegetación en pleno casco urbano, objeto de pintadas y oculto a los vigueses en medio de los edificios pese a iniciarse en 1991 el proceso para declararlo Bien de Interés Cultural (BIC), una catalogación que no se consiguió y que hubiese obligado a su protección.

Su trayectoria no ha sido fácil, estuvo a punto de desaparecer en los años 70 coincidiendo con la expansión urbanística en la zona y presenta una de las imágenes más curiosas de Vigo, al tratarse de un puente sin río, descontextualizado tras el desvío del cauce natural del Lagares diez metros más hacia el norte para favorecer la construcción de nuevas edificaciones.

La presión urbanística y la necesidad de habilitar nuevos viales han ido comiéndole longitud hasta quedarse entre 21 y 22 metros, cuando a mediados del siglo pasado todavía eran visibles hasta 60 metros de su pavimento original que han ido desapareciendo bajo el asfalto y nuevas zonas públicas.

Al igual que en el caso anterior, carece de señalización y su valor es reivindicado únicamente desde colectivos sociales y círculos culturales. De forma desinteresada se puede encontrar información sobre el mismo en la web del vocal de Cultura de Eduardo Chao, en blogs nacionales dedicadas al arte románico como commentariola hispaniae o las páginas personales de arqueólogos de la provincia, como el de José Manuel Hidalgo.

Todos lamentan el "total abandono" de ambos elementos y piden un estudio minucioso que permita recuperarlos como elementos visitables. Una esperanza para todos los estudiosos del románico vigués puede ser la investigación sobre puentes romanos y medievales gallegos que iniciaron el pasado año ingenieros de la Universidad de Vigo, de la Escuela de Minas, cuyas conclusiones deberían presentarse en 2009 y favorecer políticas efectivas de conservación