Roberto prefirió dar por terminada la jornada de pesca submarina en la Ría de Aldán cuando el pasado domingo comenzó a rodearle un banco de medusas. A ningún veterano buceador le atemorizan esas extrañas criaturas, pero lo que ese vigués estaba viendo en ese momento no tenía parangón con lo observado durante sus largos años de experiencia subacuática: medusas de filamentos gigantescos.

"Tan descomunales que parecían infinitos. No entraba el final de esos finos brazos en la cámara. Superaban los seis metros", explica otro de los buceadores que acompañaban a Roberto, y que grabó imágenes de ese numeroso grupo de ejemplares de la especie Pelagia Nocticula. Precisamente por la confirmación del nombre científico de ese banco puede decirse que Roberto hizo lo correcto al abandonar las aguas. Según los biólogos que analizaron las imágenes, la Pelagia Nocticula "puede infligir graves y dolorosas picaduras". Hasta mantiene activos sus cápsulas de veneno incluso después de muertos. Y aunque en ningún caso su toxicidad atravesaría un traje de neopreno, mejor es evitar cualquier contacto con ellas.

Frente a Sálvora

No se trata de un banco sino de varios que fueron avistados el pasado fin de semana también en la Ría de Vigo y en el entorno de la isla de Sálvora, por lo que se sospecha que podrían haber iniciado ya su incursión en aguas de Arousa.

¿Plaga? Pese al importante volumen de su agrupamiento -"navegan en grupos numerosos aunque no compactos"-, los científicos descartan ese término. Atribuyen la aparición de esta clase de Pelagia en el interior de las rías gallegas al reciente temporal de sudoeste y a la combinación de un calentamiento de las aguas propiciado por la llamada corriente de Navidad (de sur a norte). "Plaga fue la que registramos el pasado verano. Pero en este caso, estamos ante un fenómeno propio de la naturaleza. No es extraño ver medusas en esta época, lo que llama su atención es su desproporcionado tamaño", sostienen los expertos.

Que se lo digan a los alumnos de la escuela de surf de la playa de Patos. Cuando los monitores estaban impartiendo una clase, comenzaron a advertir la presencia de esos gelatinosos organismos. "Al principio no le dimos importancia, y eso que desde el mar se veían bastante grandes. Pero al final de la clase algunos ejemplares habían llegado a la playa y entonces nos dimos cuenta de su tamaño", relata uno de los profesores quien reconoce que a partir de ese momento prohibieron a los niños cualquier contacto con ellas. "Porque ya empezaban a cogerlas con las tablas", razona.

La plaga surgida el pasado verano mencionada por los biólogos correspondía a la Aequorea Forskalea, una especie oceánica que, al menos en teoría, rara vez alcanza la costa. Durante semanas las playas viguesas aparecieron sembradas de cientos de esos ejemplares, de pequeño tamaño, casi por completo transparente y de una toxicidad leve que suele traducirse en una irritación de la piel. Características que acentúan todavía más la diferencia con respecto a la Pelagia Nocticula. "Hace dos veranos causó muchísimas picaduras en el Mar Menor, pero este año tuvimos muchos menos ejemplares en alta mar y ni siquiera están apareciendo en zonas problemáticas", comentaba el pasado agosto Ignacio Franco, biólogo del Instituto Oceanográfico de Murcia y uno de los mayores expertos en este clase de bichos.

Los estudios sobre esta Pelagia subrayan otra particularidad: su luminiscencia. Es decir, se enciende de noche pero sólo cuando se sienten amenazadas.