De vuelta en la facultad tras haber recibido el pasado sábado en Roma el William Kapp Prize, Vázquez resta importancia al hecho de ser el primer español galardonado con este premio: "El mercado académico está absolutamente globalizado. O compites a nivel internacional o sino es mejor que te dediques a otra cosa". Aun así, se siente "reconfortado" porque el premio culmina una investigación que "intuyó" a finales de los noventa en Manchester y que le "obsesionó" durante años. El galardón aplaude la utilización de disciplinas tan diferentes como la ingeniería de organización, la psicología industrial y la economía para identificar y caracterizar los sistemas de control operario en planta. Más allá de una explicación basada en la eficiencia, Vázquez también introduce otros parámetros como la cadencia diaria del proceso, la formación continua o la tasa de desempleo y busca interdependencias entre distintos sistemas.

-¿Nunca se habían aplicado estas tres disciplinas a los métodos de control?

-No existía una explicación conjunta, aunque sí parciales. Algunos aspectos del estudio ya los estamos usando en proyectos de cooperación con empresas __-Pescanova, InovaConsult o Aaccentia- e instituciones como la Consellería de Economía para mejorar la optimización, la reducción de costes y las oportunidades de innovación en la planta o en la prestación de servicios.

-Ha analizado empresas de toda España, ¿se ha encontrado muchas diferencias entre ellas?

-Estudié 330 empresas del sector electrónico y de la alimentación, porque quería buscar la mayor variedad de rasgos organizativos y tecnológicos en la menor cantidad posible. Hay un cierto patrón, que viene a decir que sobre el 70% del diseño de los sistemas de control responde a consideraciones de eficiencia interna, el 20% está relacionado con el mercado de trabajo y el 10% restante, con la percepción que tiene la dirección sobre cómo debe funcionar la empresa, sus apriorismos ideológicos.

-¿Por ejemplo?

-Los gerentes pueden tener una idea preconcebida sobre qué esperar de sus trabajadores y considerar que si no los exprimen se escaquean. Esto influye en el diseño de los sistemas de control. Otros directivos creen en la capacidad de las personas para aportar ideas. No descubro la pólvora si digo que los sistemas de control también demuestran lo que se confía en el trabajador. Y la desconfianza en algunos sectores puede ser negativa, sobre todo en los que se necesita feedback y se busca un vínculo emocional con el proyecto empresarial. La forma de contratación puede ser también un sistema de control en sí mismo, el stock market control. Cuando tienes un mercado con una tasa de desempleo elevada puedes concatenar contratos de quince días para puestos con una cualificación reducida y exigirle al trabajador una determinada aportación porque él sabe que es fácilmente intercambiable y que en dos minutos un sustituto va a alcanzar su misma productividad. Esto no funcionaría en sectores de tecnología dinámica y que buscan un compromiso.

-¿Varían mucho los sistemas de cada país?

-Para ser eficaces, los sistemas de control deben responder a las condiciones institucionales de cada país y, dentro de él, de cada región.

-España está aquejada de poca productividad, ¿se debe también a los sistemas de control?

-Tiene que ver. El problema no es el esfuerzo en el trabajo, sino de calidad de la operación. En España nos sobra esfuerzo, pero nos falta optimización, esto es una minimización rápida de costes, e innovación de los procesos productivos. Debemos hacer que las horas de trabajo rindan más. No esforzarnos en términos de horas, pero sí en la búsqueda de la excelencia en producción.

-La mayoría de las empresas gallegas son familiares, ¿esto es positivo o negativo de cara a la eficiencia?

-La diferencia fundamental depende de que la gestión esté profesionalizada y, en este sentido, hay empresas familiares que funcionan igual que una multinacional. Aunque es verdad que el fundador suele imprimir su toque particular, que entraría en ese 10% del espacio psicológico.

-¿Destacaría los modelos de algunas empresas gallegas incluidas estudio?

-Hay algunas que funcionan muy bien como Bajamar Séptima, del grupo Pescanova. Tiene un equipo directivo muy activo en la mejora continua y, sobre todo, sugerente que consigue involucrar a todo el personal. Ése es el reto más difícil, que no sólo piensen las cinco personas de la dirección, sino todo el mundo. En Citroën y en el Clúster del Automóvil también lo están intentando.

-¿La crisis será un nuevo elemento a tener en cuenta en el diseño de los sistemas de control?

-En la medida que afecta al mercado de trabajo acabará afectando a su diseño, pero los cambios en una línea del proceso no se producen en un plazo de tiempo tan corto.

-Según algunas voces, la reunión del G20, en la que finalmente estará España, será el inicio de la refundación del capitalismo, ¿qué espera usted de ella?

-Yo creo en las ideas. Si Bush continuara gobernando ni de broma pensaría en un cambio, pero teniendo en cuenta el actual despertar intelectual con Barack Obama soy optimista. La crisis ha servido para aprender mucho respecto a cómo las instituciones deben acompañar el desarrollo del libre mercado. Necesita de ellas, porque lo contrario es una entelequia que deriva en corrupción. En EE UU ha habido un cambio absolutamente increíble y existe un optimismo social. Los escépticos no tienen lugar en este momento, afortunadamente.

-En su opinión, ¿qué cambios se deberían acometer?

-Los fundamentales tienen que ver con el aspecto regulador. Ha habido un fallo grande y es ahí donde hay que enfatizar a largo plazo. No hablaría de refundación del capitalismo, pero sí de una reforma considerable de algunas instituciones que han fallado como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.