En aquel último tercio del siglo XX, a un kilómetro aproximado de la Puerta del Sol en ascenso había una casa en principio pintada de blanco, un lugar solitario hasta que se inauguró en las cercanías la estación de ferrocarril de Vigo. Los vigueses designaron a ese lugar por ese único punto de referencia y así nació el nombre de Casablanca para nombrar lo que luego sería un barrio.

Dicen las crónicas (“Vigo en el recuerdo” y “Vigo a través de sus barrios”, cuadernos de FARO coordinados por Javier Mosquera) que en las inmediaciones de esa casa había unos terrenos llanos en los que se estableció un horticultor francés apellidado Dariere, el primer floricultor avecindado en Vigo, a donde por esa época llegaron también otras familias extranjeras de jardineros: los Philippot y los Turc.

Cerca estaba también la Casa de Núñez, donde vivió nada menos que Casto Méndez Núñez y Concepción Arenal. A Dariere se le deben el conocimiento y divulgación en Vigo de varias especies de jardinería y se dice que una de las que cultivaba con esmero era el nardo, flor que según las crónicas causaba verdadero furor en aquel Vigo de 1900 y unos 24.000 habitantes. Claro que, como me dice mi interlocutor actual,Manuel Castiñeiras, cuarta generación, entonces las flores olían con esplendidez porque se vendían cortadas en la misma estación del año.

No sabemos cuando falleció el fundador Dariere pero sí tenemos un recibo de 1896, expedido a Joaquín Acuña, abuelo o bisabuelo del arquitecto vigués Quique Acuña, en que ya figura al frente de Casablanca y como viuda su mujer, Dolores Fariña. Fue hacia 1910 cuando los terrenos del estalecimiento Casablanca y otros colindantes fueron adquiridos y la viuda abrió otro vivero muy cerca del pazo de San Roque. En esos años iniciales del siglo XX heredaron las 3 hijas del matrimonio (2ª generación), Matilde, María y Carmen, que se acercaron al corazón de la ciudad abriendo una tienda en Abeleira Menéndez, donde ahora hay un comercio de fotografía y en los años 30 Radio Vigo tendría su primer asentamiento.

Ese establecimiento se traslada a Carral en 1925, aún con ellas, y no sería hasta 1940 en que se pone al frente recién llegado de la guerra Manuel Castiñeiras Dariere, tercera generación, hijo de Matilde pero heredero de las otras tías, que contó siempre con la ayuda de su esposa, Amelia Arias. La tienda de Carral se cerró hace uno o dos años. Y llegó la cuarta generación. Con los padres trabajó siempre Carlos Castiñeiras, mientras el hermano mayor, Manuel, montó su propia floristería Casablanca en 1973, en Urzáiz, no lejos del emplazamiento primitivo del fundador.

Hoy ambos son además propietarios de Casaplanta, grandes centros de jardinería que nacieron en la Avenida de Madrid en 1985 y se trasladaron hace poco a Arquitecto Palacios, y que tienen otra filial en Ramallosa. Pero la quinta generación ya ha llegado, aunque conviva con la precedente, en la persona de Manuel Castiñeiras, hijo de Manuel y nieto de Manuel que espera ponerle a su hijo Manuel cuando llegue. Cinco generaciones entre nardos, hortensias, rosas, crisantemos... todo un paisaje visual colorista y aromático. No es mal sitio si va bien. Y sigue yendo bien 5 generaciones después. “Ahora -nos dice Manuel- la multiplicidad floral es mucho mayor, se venden aquí especies antes desconocidas para los vigueses.

A esa ventaja se contrapone una desventaja: huelen pero ya no con la intensidad de antes, al menos las que se venden fuera de su época como consecuencia de las posibilidades que permiten las nuevas técnicas de cultivo”.