Los empleados de los establecimientos situados dentro del Centro Comercial Gran Vía añaden los problemas legales y urbanísticos del mismo a aquellos derivados de la crisis económica para definir la precaria situación que atraviesan. Si ya quince empresarios cerraron desde la apertura del centro comercial y otros quince están negociando su clausura, los que intentan mantenerse a flote se quejan de los elevados precios de los alquileres y la mala campaña de publicidad por parte de la gestión del centro.

"Tenemos una tienda en la calle y los efectos negativos de la crisis se notan mucho menos que aquí. Es cierto que la gente viene menos pero también está cambiando la clientela desde la apertura del centro comercial. Hay mucha más chavalada de entre 14 y 16 años, que se ha incrementado con actividades lúdicas como la del diseño de graffitis", explica el dependiente de una tienda de ropa y complementos. Considera que "el centro está enfocando su promoción a un público muy joven que no interesa tanto a nivel de compra, ya que no es un consumidor potencial".

Para Sheila Conde, el Gran Vía arrastra estos puntos débiles desde el año pasado y también cuenta cómo la tienda de productos de cosmética para la que trabaja tiene otro local en el Centro Comercial Camelias y "funciona mucho mejor".

Cree que los problemas derivados del área son dos: "no promocionan nada y la gente, al leer en la prensa el problema de la ilegalidad, pasa mucho más de venir por aquí". Además, critica que los precios de los alquileres no bajen cuando hay poca demanda por ellos: "Pagar 3.700 euros por un local estándar, de cincuenta metros cuadrados es verdaderamente abusivo, sobre todo, con el descenso de ventas que estamos experimentando a consecuencia de la crisis económica".