Ana Abad de Larriva / VIGO

Qué vamos a recoger en la playa?", pregunta la monitora. "¡Basura!", grita emocionado uno de los niños. No. Risas generales. Aún queda espíritu cívico entre los más pequeños. "Vamos a coger de todo menos basura. Cosas bonitas que después podamos colgar. Algas secas, conchas...". Ya están preparados. Vestidos para matar. Para matar las ganas que pueda tener el sol de quemarles. Lociones varias con factor elevado de protección solar, camiseta de manga corta, visera, bañador, cubo de playa. Hay que crear el hábito.

Se abre la puerta. Entra Iván y se une al grupo. Es muy espigado y se ve mayor que los demás chavales. "Su padre mide dos metros", explica su madre, señalando a una alta figura que se refleja en los cristales de la galería del Museo del Mar.

Parece que ya están todos. Son trece. Doce niños y una niña. Caminan por la bajada a la playa con los calderos en el brazo, unos; en la cabeza, otros. Se descalzan y dejan su merienda y las chancletas ordenadas, justo en el borde. Casi todos están muy morenos. Se han adjudicado un animal marino cada uno. Chapotean en el agua buscando caracolas.

Estas semanas, los niños de entre siete y doce años pueden disfrutar de los talleres de verano que organiza el Museo do Mar. Variados, contienen actividades dirigidas a dar a conocer el medio marino a los más pequeños. Durantes estos días realizarán tres tipos de actividades: manualidades, lúdicas y de interpretación. Un día a la semana tendrán una sorpresa. Vendrán sin saber qué es lo que van a hacer. Empiezan investigando la playa, conociéndola. Llega Nicolás corriendo. Trae dos conchas de mejillón. Rafa baja la cabeza, tímido, al enseñar el contenido de su cubo. Otro niño grita que lo que más le gusta es pescar.

"Estos niños son muy buenos. Después vendrán los de entre ocho y trece años, que suelen dar más problemas", explica Beatriz Ojea, una de las monitoras. Los mayores aprenderán también cuestiones relacionadas con la pesca y las embarcaciones.

Llamamiento a los padres

"Son talleres de tres o cuatro días de duración y pueden repetir. La verdad es que se trata de una oportunidad muy buena para que los niños disfruten de la playa y para que los padres puedan tener tiempo para ellos mismos", quiere destacar Beatriz. Piensa que las actividades se desarrollan en un entorno muy propicio, ya que "favorece la integración de los niños con el medio marino y la relación con otros chavales de su edad". Por tanto, que llamen los padres al museo para anotarlos.