A pesar de la gran aventura a la que se ha lanzado, el Caballero Escarlata deberá atravesar el océano Atlántico con una envergadura inferior a los 2,4 metros de longitud y un peso de sesenta kilos, de los que el 20% corresponde a las baterías. Aun así, los científicos de la Universidad de Rutgers comparan su eficacia con la de los buques oceanográficos, además de destacar que la falta de tripulación reduce los costes y los riesgos de cada una de sus misiones.

El robot submarino navega oscilando entre los cinco y los cien metros de profundidad a una velocidad de veinte metros por segundo. Cuando su lomo amarillo brilla al sol está en disposición de enviar vía satélite la información oceanográfica recogida por sus sensores. Y, a continuación, toma agua para descender.

Cada día, los estudiantes consultan la información facilitada desde instituciones norteamericanas y de otros países para predecir las condiciones meteorológicas y decidir a continuación la trayectoria del aparato.