Llegar en vehículo particular al litoral vigués se convirtió, ayer por la mañana, en un auténtico ejercicio de paciencia para miles de conductores que se acercaban a presenciar el Festival Aéreo. Desde las nueve de la mañana las colas de automóviles por la avenida de Europa se hacían eternas para quienes eligieron ese medio de transporte. El atasco a las nueve y media, un cuarto de hora antes de que se iniciase la exhibición, llegaba desde Samil hasta casi la plaza de América.

Pero no solamente estaba colapsado el principal acceso a Samil. La avenida de Ricardo Mella y la carretera de Camposancos se convertían en poco tiempo en nuevas trampas para los conductores que se desplazaban hasta la costa para ver la evolución de los aviones o para llegar al Val Miñor. El corte de tráfico en la zona de Bouzas, por las fiestas, también contribuyó a que los automóviles se quedasen sin una ruta alternativa para el desplazamiento.

Multas

Pero si el trayecto hasta Samil o el Vao fue un un calvario, no lo fue menos la búsqueda de un lugar para estacionar el vehículo. Tanto es así que muchos conductores que consiguieron llegar hasta la zona después de una hora no tuvieron posibilidad de aparcar su coche. Los dos márgenes de la avenida de Europa estaban ya a primera hora llenos de turismos estacionados. Muchos conductores optaron por dejar sus vehículos en Navia y llegar andando luego hasta la playa. Centenares de personas se decidieron por esta alternativa.

En la carretera de Samil hasta O Vao tampoco quedaba sitio para aparcar, aunque se llegaron a emplear las aceras para hacerlo. Y lo mismo ocurría en Arquitecto Cominges, donde los coches aparcados llegaban hasta cabo Estai y hasta el campo de fútbol de A Pirucha, en San Miguel Oia.

Además, agentes de la Policía Local - que se encontraban mayoritariamente en la zona de Samil- impusieron un buen número de multas a coches estacionados encima de las aceras, según relataron testigos presenciales. Un hecho que no se produjo en la zona del Vao o de Fuchiños.

Autobuses

Quienes menos sufrieron las consecuencias del desplazamiento masivo a las playas fueron los que emplearon los autobuses públicos, que funcionaron desde la plaza de América. Un servicio que cumplió su objetivo, aunque en determinados momentos las unidades habilitadas por la concesionaria no eran suficientes y los buses viajaban al completo, con los viajeros apretujados en su interior.