Playa del Vao. Cinco de la tarde. Un grupo de jóvenes se agrupa en la barandilla del puente de la isla de Toralla. Poco a poco van lanzándose al agua. Una zambullida en las aguas de la ría desde varios metros de altura. De pie, en bomba, de cabeza, o incluso, los más arriesgados haciendo piruetas tras coger carrerilla. Una escena que se repite cualquier día de verano en el que luce el sol.

Chicos y chicas, en su mayoría menores, que lo hacen "por diversión". Algunos se lo piensan un rato, y se preparan durante unos minutos antes de decidirse a zambullirse, otros se lanzan sin pensanserlo dos veces, y repiten a lo largo de la tarde. A Estela y Carmela, estudiantes de 15 años, les parece peligroso, pero divertido, "como una atracción, y descargas adrenalina" cuentan estas dos viguesas. En general, a la mayoría de los jovenes que cada día repiten este ritual habitual en la playa del Vao, no les parece que haya riesgo ninguno. Y hasta hay a quien lo que le echa para atrás no es ni la altura ni una mala caída, sino lo fría que está el agua. Carlos, de 16 años, se tira de cabeza, y no ve peligro, "no es arriesgado, porque no tocas fondo" y relata que también hay quien se tira desde lo alto de una de las farolas del puente.

"Es continuo", relatan los socorristas del arenal, "con marea alta, pero también con baja". Este es uno de los principales problemas, no es fácil calcular la profundidad. "Muchos se tiran sin responsabilidad, y a veces se hacen daño" explican, aunque por fortuna no ha habido incidentes graves de lesiones medulares en los últimos años.

"Corrientes, los cambios de la marea, el viento, o una mala postura" son algunos de los factores a tener en cuenta que señala Carlos Carballido, pero explica que ellos no puedan hacer nada. "No podemos prohibir" apunta Rodrigo Iglesias, socorrista en otros arenales. Los miembros de la Cruz Roja que también dan servicio en la playa del Vao comparten esa opinión, y recuerdan que "nosotros sólo podemos advertir, pero no podemos hacer nada más" nos explican. Preguntados por si el riesgo de lesiones es real, la respuesta es clara: "Sí, nosotros no nos tiraríamos".

Policía

Los agentes de policía frecuentan poco la zona, y cuando pasan intentan vagamente disuadir al grupo de bañistas que se dan cita en el puente para saltar al agua. Pero pasado el momento, el grupo se vuelve a formar. Miguel, vecino de 43 años, observa desde cerca los saltos. "No lo veo preocupante, el caso es que no haya marea baja", señala de nuevo apuntando al principal factor de riesgo, la profundidad. En ese caso es cuando la vigilancia debería de ser más efectiva.

Cristina y Antonio, vecinos de Vigo habituales a este arenal, lo tienen claro. "A nuestro hijo no le dejaríamos". Al igual que los socorristas, los más veteranos ven con riesgo la situación, pero cuando tratan de advertirlo a los jóvenes explican que estos "no les hacen ni caso". "Hay que divertirse" resume un grupo de chicos. Y parece que es así mientras la historia no acabe mal, pues siempre hay "quien no controla", matiza Carballido. Mientras, al final de la playa, junto al puente se distingue la silueta de varias decenas de adolescentes, que de uno en uno, o en grupos, se lanzan al agua, una tarde más.