Después de haber viajado por diferentes países de Sudamérica, Antonio Comesaña oficiará, a sus 71 años, su primer matrimonio: el de su hija menor en la parroquia de San Antonio. Este vigués, que ha dedicado su vida desde los 15 años a la caridad y a la vocación del servicio, cumplirá este sábado uno de sus sueños más ansiados.

- ¿Cómo se siente al ser el elegido para casar a su hija?

- Francamente este es uno de los momentos de mi vida menos común. Todavía estoy asombrado de ver la mano de Dios en todo lo que hacemos. Además, creo que soy el primer diácono de Galicia en celebrar el matrimonio de una hija.

- Es una obligación estar casado para poder ser un diácono permanente.

- Las esposas juegan un papel muy importante en esta vocación. Deben dar por escrito el consentimiento para hacerte diácono, ya que son una parte muy importante de la familia. A mi me apoya mucho en mi día a día. En febrero celebraremos las bodas de oro.

- ¿Cuáles son las funciones de un diácono?

- El diaconado permanente puede decirse que ocupa el tercer puesto en la jerarquía eclesiástica, después del obispado y el presbiterado. Solamente somos tres en la diócesis de Vigo-Tui, aunque se están preparando otros cuatro, y de lo que nos encargamos es de ayudar a quien lo necesita. Casamos y bautizamos, damos la comunión y hacemos el resto de funciones de los sacerdotes, pero no podemos dar la unción de enfermos, ni confesar, ni consagrar.

- ¿Qué le ha llevado a dar el paso hacia el diaconado hace sólo dos años?

- Lo cierto es que desde que tengo uso de razón siempre me sentí muy cercano a la religión católica. Estuve muchos años colaborando en colegios de seminaristas en América del Sur y en España, pero tenía deseos de entregarme a una nueva vocación y poder seguir aquello para lo que hemos sido preparados. Sin duda, lo que me decidió fue el consejo del obispo Don José Diéguez, que en una visita a las obras de la iglesia, que sólo tiene unos siete años, me dijo que yo sería un buen diácono. El sacerdote de San Antonio, Javier Alonso, también me animó. Hasta diciembre de 2005 era ministro del lectorado y de la comunión, y acolitado.

- El diaconado no está remunerado y es necesaria una formación de unos cinco años para llegar hasta ahí.

- Es una vocación, y muy bonita, hay que ayudar al prójimo como a ti mismo. Ya estoy jubilado, pero se puede trabajar fuera de la Iglesia, yo era economista. Conocí a mi mujer en Uruguay y nos casamos allí, yo con 21 años y ella con 19. Ahora tengo ocho hijos y diecinueve nietos. Estamos muy unidos.