Al vecindario de Castrelos ya no le despertarán los decibelios de los conciertos. Acostumbrados al eco de las grandes voces que cada verano atraían a miles de vigueses al parque, el viejo auditorio vive un amargo ocaso. De un calendario con cinco actuaciones estrella -aunque la de Paulina Rubio se suspendió por la lluvia- y hasta cinco festivales se ha pasado a una escuálida agenda con sólo tres citas -Rubén Blades, La Quinta Estación y Roger Hodgson-. Las riadas de gente que accedían andando al recinto desde todos los rincones de la ciudad han sido sustituidas ahora por caravanas de coches hacia el Ifevi.

Los residentes ven intereses económicos tras esta pérdida de caché y apuntan a las miles de plazas exentas de pasar por caja. “El barrio está muy descontento y cabreado. Tener un aditorio como el de Castrelos es un privilegio. El engaño está en que nos hacen pagar dos veces: primero, los impuestos y, después, la entrada a los conciertos. Si hay una recaudación es para que las fiestas y la cultura nos la den gratis. Quieren privatizar las fiestas”, denuncia Carlos Villarino, de la directiva del colectivo vecinal de Val do Fragoso.

Para la vocal de Cultura de la asociación Monte da Mina, Pili García, la falta de un programa amplio de conciertos es “una aberración” con la que “el Concello simplemente quiere hacer caja”.

La “sequía”musical de Castrelos está acabando con las estampas de las reuniones familiares y las pandillas de jóvenes que, gracias al aforo gratuito, podían disfrutar de sus grupos idolatrados durante las vacaciones.

“Llevo en el barrio toda la vida y antes había conciertos, obras de teatro... Las familias iban al parque a pasar la tarde con su merienda y eso se está perdiendo. ¿Cómo van a atraer a los jóvenes si tienen que pagar? Tampoco un obrero puede permitirse ir al Ifevi con sus hijos”, argumenta García.

sólo pueden ir dos o tres, pero para el resto es un lujo.A Castrelos ibas en familia, con los niños e incluso con los invitados que tenías en casa porque era gratis”, añade Villarino, quien recuerda “llenos hasta la bandera” como el de Oasis -“Aquello fue de miedo”, dice- o, remontándose muchos años atrás, el de Raphael. “Los autobuses llegaban desde Portanet al pabellón de As Travesas”, recuerda.