Actitud dura con los internos y ascética con los visitantes, Donaire se hace respetar. "Tenemos fallos, pero es que pasas 24 horas aguantando la atención, soportando..." Está sentado en el jardín y grita a "Manolito", un minusválido psíquico. "¿Cómo te llamo yo a tí?", le pregunta. "La Gaceta del Norte", responde entre risas el chico. "Y es que ¡lo cuenta todo!", explica. Entonces justifica: "Es como si, a la tercera que él no escucha, lo cojo, se lo digo así (lo agarra por la camiseta) y alguien me reprocha que le estoy pegando".

- Hace unos días sufrieron un incidente con un interno, que amenazó con denunciarlo.

- Siempre hay una clásica oveja negra, que no está contenta con nada, a la que se le da de todo pero aún exige más de lo que podemos dar. Eso genera inquietud, incluso entre los propios internos. Son personas asociales, no les importa nada y muerden la mano que les da de comer. No ocurre con frecuencia, pero te encuentras a gente así. ¡Les das de comer, una cama, aseo...! Y no es que se harte uno, pero llega un momento en el que te critican e incluso te calumnian y uno dice: Hasta aquí hemos llegado. Esta mañana tuvimos aquí a un señor muy dificultoso. Fue una contrariedad. Se puso muy tonto y claro, la naturaleza humana te pide contestarle. Pero cuando es así pienso en Cristo, en la escena del juicio de Pilatos en la plaza. Los que habían sido beneficiados por el Señor eran los primeros en gritar en la plaza "Crucifícale, crucifícale". Te encuentras atado, con miedo. Pero como lo haces por vocación, no te sabe mal...

- ¿Era la primera vez?

- Han coincidido varias situaciones, en las que tienes que armarte de paciencia. No fue la primera vez, pero hay que pensar que esa persona te lo dice porque está enferma. Es gente que quiere hacer daño a la casa. Vienen de la calle, los mandan las asistentas sociales porque no tienen dónde cobijarse o los recoge la Policía y los trae. Vienen con un poco de miedo y con rechazo, porque han pasado muchas cosas en sus familias y de muchas mujeres han abusado. Alguna nos ha contado que fue violada por su padre y luego su marido la obligó a prostituirse en un club. Llegó aquí drogada.

- ¿Ha tenido miedo?

- Sí. Una vez sí. Me han llegado a poner un cuchillo en la espalda simplemente porque dije que las cosas no son así. Estaba solo en recepción. Llegaron unos drogodependientes. Ese día tenían la entrada a las siete y vinieron más tarde de las diez. Al decírselo, me llamaron desde ladrón a maricón, me faltaron al respeto. Y pasé miedo. Gritaban tanto que un chico que era drogodependiente rehabilitado, agradecido, bajó allí y pude llamar a la Policía. Llegaron dos patrullas y aún así, nos las vimos negras.