Podrá absolver pecados denominados por la Iglesia católica por su gravedad de "reservados", como consideran el aborto, y "censuras" como la apostasía. Es decir, es el último escalón antes de la Santa Sede para el perdón de errores muy graves, a los ojos de la Iglesia. El nuevo canónigo Penitenciario, Guillermo de Juan, tiene entre sus misiones en el cabildo administrar el sacramento de la penitencia en la catedral y la concatedral. Pretende darle un "impulso". Sólo existe un canónigo con este cargo en cada Diócesis.

Asegura que el sacramento de la confesión "no está pasado de moda". "Quizás hay una crisis del sacramento de la penitencia", reconoce, "pero todavía existen personas en las parroquias que lo solicitan, y es necesario recuperarlo". En la concatedral en Vigo, pero también en el resto de las iglesias de la Diócesis, asegura. Cuando se le pregunta por la edad de los fieles que lo solicitan, se ampara en el secreto de confesión. "¿Cuál ha sido la persona más joven a la que ha confesado últimamente?". "No puedo revelar ese dato y, aunque pudiera, no lo haría", responde, "pero sí hay personas jóvenes".

¿Podrían hacer los sacerdotes labores de psicólogo durante la confesión? Responde firme: "Uno de los títulos que daban a Jesucristo era el médico de las almas y los cuerpos. Por eso, y sin atribuirme un título que no me compete, el sacramento de la penitencia tiene que ver con abrir el alma. Una persona se abre sabiendo que va a ser escuchada. Claro que puede valer para cerrar las cicatrices que llevamos dentro", asegura.

"Un encuentro con el amor de Dios que perdona". Así define lo ocurre en la catarsis del confesionario. Y sus funciones, legisladas en el Código de Derecho Canónico.