Dobladas y guardadas durante años en carteras, pegadas en álbumes polvorientos olvidados en los desvanes o envueltas en sobres amarilleados por el paso del tiempo han permanecido hasta ahora las fotografías familiares que el Museo del Mar se ha propuesto rescatar para recomponer una parte de nuestro patrimonio histórico.

El proyecto "A memoria do mar" arrancó el pasado enero en colaboración con la Federación de Cofradías y la Consellería de Pesca y ya se han recuperado más de 2.200 imágenes donadas por vecinos de Baiona, Arcade o Bueu. Cuando finalice en julio se habrán recogido unas siete mil en un total de 24 concellos, desde A Guarda hasta Ribadeo.

Aunque fueron "tiradas" sin ninguna pretensión artística o para enviar de recuerdo a la familia, las instantáneas revelan el rudimentario trabajo de los marineros de principios del siglo XX o el día a día en los bacaladeros que se iban "de marea" a Terranova en los ochenta, pero también la metamorfosis de las villas marineras en enclaves turísticos. Es entonces cuando a muchos se les escapa un "Ai, que bonitiño era isto!", asegura Pablo Carrera, director del museo.

También hay otras fotografías que, como apunta el técnico Paulo Jablonski, demuestran que "todo está inventado", pues retratan a marineros baioneses "paseando en una gamela a turistas en los años cuarenta".

En esta primera fase, el estudio se centra en villas de menos de veinte mil habitantes, pero se ampliará a los 120 municipios costeros gallegos. "Es un proyecto fundamental para el museo y nuestra intención es extenderlo cuanto antes para evitar que las fotos se destruyan", explica Carrera. Las imágenes seleccionadas integrarán una exposición que pasará por todas las localidades participantes hasta 2009: "La idea es que sea participativa y la gente vea reflejado su esfuerzo".

El valor de las pequeñas historias

El periodo elegido para este estudio único en Galicia va desde principios del siglo XX hasta el año 2000 y la temática es el mar en un sentido muy amplio, desde medio de trabajo, hasta escenario de procesiones del Carmen, competiciones deportivas o simplemente telón de fondo.

Todas las fotografías se digitalizan y acompañan de una ficha que las contextualiza y después se devuelven a sus propietarios en un CD. El antropólogo Paulo Jablonski y el geógrafo Alberte Román se desplazan cada semana a una localidad, donde escuchan las pequeñas pero atractivas historias que rodean cada una de las instantáneas o asisten a "polémicas discusiones" por el nombre de una playa. "Hay quien viene varios días a contarnos historias", asegura Jablonski. Y es que los recelos desaparecen cuando los propietarios comprueban "emocionados" que las fotos de su marido o su padre fallecido "tienen un valor", añade.

Otras veces son los propios protagonistas o sus familiares los que se reconocen en imágenes de otros: "Hay vidas increíbles. En A Guarda nos trajeron una foto de viudas de marineros recogiendo la paga en una mutua de los años 40 y dos días después vino la hija de una de ellas, que nos contó que había estado en colegio para huérfanos".

Los personajes son casi siempre anónimos, pero también aparecen el Rey, en una imagen reciente en Portonovo, y el mismísimo Franco entregando en Cambados el Premio Nacional de Oficios a una "redeira".