Javier Sánchez de Dios / santiago

La pregunta es, probablemente, sencilla, pero no inoportuna. A la vista de los salarios que se pagan, y considerando lo que esperan de un título los alumnos -y sus familias- ¿vale la pena ir a la universidad para ganar, durante años, menos que muchos que no fueron?

- julio abalde. Creo que sí y los resultados del estudio avalan esa afirmación. ¿Por qué? Pues porque el estudio está hecho sobre encuestas realizadas a los licenciados entre 2001 y 2003 y cerrado en 2004, con una población titulada en uno o dos años y que se introduce en el mercado entonces. Y aún así los resultados dicen que una parte muy importante de ellos logran llegar al empleo en ese tiempo y además en los campos para los que se han preparado. Por tanto la idea generalizada de que la universidad es una fábrica de parados ya no es cierta. ¿Qué pasa con los sueldos? Que están empezando y por tanto en el primer escalón: a medida que avanza el tiempo adquieren experiencia y se elevan en los niveles salariales y de categoría. Por lo tanto el nivel que alcanzan en unos años, diez, quince años, será muy superior en salario y categoría, muy superior a la de muchos otros. Desde ese punto de vista es importante, y hasta conveniente, ser universitario, me parece.

- santiago nogueira. Estoy sustancialmente de acuerdo con esto que se acaba de decir por el profesor Abalde. Y es que la universidad no es una escuela de formación profesional: es la culminación de unos estudios, donde uno se forma para después tener acceso a una serie de profesiones. Referido al campo que conozco, que es el del Derecho, y del que puedo hablar como docente y letrado en ejercicio, eso significa que la universidad no proporciona la carrera de abogado, sino la de Derecho, que abre caminos para múltiples tareas diferentes, desde notarías a docentes pasando por el ejercicio libre o la Judicatura; la carrera forma para poder acceder a esas profesiones que, después, tienen unas exigencias específicas.Y cada licenciado se va orientando después en su vida laboral y profesional. Incluso en Derecho pueden, nada más terminar, abrir un bufete, lo que es un error: hace falta una pasantía, hace falta experiencia. Pero sí, vale la pena ser universitario.

- silvestre murga. No puedo responder la pregunta sin una serie de reflexiones sobre calidad de vida, de ejercicio, etcétera. Pero es cierto que lo más referible es el salario, y yo entiendo que un sueldo entre seiscientos y mil euros es muy parecido al mínimo interprofesional, con lo que podríamos decir que con cualquier titulación accederíamos a un sueldo semejante. Es cierto que después las posibilidades de promoción son muy amplias y que el nivel laboral a optar es diferente, pero discrepo en que esto sea una cuestión temporal: no es un mal menor. El primer sueldo afecta a los jóvenes en su vida, y por tanto hay que tomar medidas por parte de la Administración pública. Y es necesario que el esfuerzo económico del Estado y el personal de los universitarios sea recompensado a menor plazo para que ocurra lo de hace veinte años: acceder pronto a un empleo fijo que permita una vida estable con una pareja, emancipación y hasta una hipoteca.

- abalde. Hay que ver las condiciones en que los jóvenes llegan al mercado laboral: desde el punto de vista de los sueldos, el tiempo de espera, la preparación o el nivel de información de la búsqueda de empleo. Hay que decirles a las universidades qué tipo de formación y qué herramientas deben aportar a los estudiantes para que ese tránsito hasta el mercado laboral sea recorrido de la forma más fácil posible. Un tema muy importante es el que apuntaba el profesor Nogueira: ¿qué tipo de universitarios estamos formando? En ese sentido la titulación no necesariamete se adecua a lo que pide la sociedad, lo que hay que hacer es formar a la gente diversa dentro de la universidad y mejorar la formación posterior a la titulación, y en ese aspecto la reforma de los planes de estudio va por ese camino. El posgrado orientado más específicamente a lo que el grado capacita en general. La universidad ha de estar atenta a lo que necesita la sociedad, pero también a la formación de quienes se dedicarán a la vida universitaria de forma exclusiva.

- nogueira. En ese aspecto, la creación de créditos de libre configuración es muy importante. Que se puedan apuntar a dos o tres asignaturas de otra carrera, incluso dentro de la función pública: en las oposiciones a notaría ya hay temas de matemática financiera, porque se necesitan conceptos de esa materia. Hay que tener conocimientos múltiples, especializados incluso de titulaciones diferentes a las de la propia carrera. Es fundamental. Y se está empezando a hacer con los nuevos planes de estudio. Va a haber tres tipos de posgrado, unos profesionalizantes, otros académicos y otros que van a ser de investigación, y así estás formando personas que accederán directamente al mercado laboral, otros ambivalentes y otros, en fin, que quieren dedicarse a la ciencia pura. Y así vamos a tener posgrados múltiples y variados, lo que permitirá que los perfiles de licenciados o postgraduados vayan a ser mucho mas diversos. Pero insisto en que la universidad no es Formación Profesional, no puede preparar licenciados prêt a porter, por decirlo de ese modo.

- murga. Eso no es exactamente así: las asignaturas de libre configuración generan diferencias notables, hay algunas que son muy fáciles y otras muy difíciles. En cualquier caso lo que me parece preocupante es que se diga que el remedio para el acceso de los jóvenes al mercado laboral sea todavía más formación: si vemos la cantidad de formación, en años, que se lleva en la actualidad -Bachillerato, la carrera, el posgrado, etcétera- y aún así no acceden al mercado laboral, da miedo. Yo no creo que el problema sea de conocimientos teóricos sino de carencias en la vertiente práctica. La formación universitaria lo que aporta es una presunción de conocimientos, pero después esos conocimientos hay que demostrarlos en la práctica. Es cierto que hay pasos favorables en ese sentido, incluyendo prácticas en empresas, pero también lo es que hace falta experiencia en la propia empresa, remunerada, para después acceder al mundo laboral. Faltan conocimientos específicos. Y faltan políticas públicas que permitan que la gente pueda acceder a la experiencia mínima.

- nogueira. A ver: hay cosas que la universidad no puede dar. Puede dar conocimientos teóricos, que son la base que permite desarrollar actividades posteriormente. Pero, insisto, hay cosas que no da. Y hay que pedirle a la universidad lo que pueda dar, no lo que no pueda: para interrogar, en un juicio, hay que saber una serie de cosas, la teoría, una conjunción de normas, pero a la vez hay determinados aspectos que se adquieren única y exclusivamente con la práctica. A veces, y como nuestro joven amigo parece pretender, se reclama a la universidad que se convierta en una especie de oficina de empleo rápido, y además una solución para alcanzar en plazos concretos un determinado nivel de vida, y naturalmente no se trata de eso, de lo que se trata es de proporcionar una base que sirva para todo lo demás.

- abalde. Cuando se dice que se necesita una serie de políticas concretas por parte de los poderes públicos probablemente, a partir de un fondo de razón, se está confundiendo la función de la universidad con otros elementos diferentes. Insisten que la idea básica que se obtiene del estudio, y también teniendo en cuenta datos que va ofreciendo un trabajo que se está llevando a cabo ahora, la universidad tiene que proporcionar a la sociedad lo que la sociedad demanda, pero es que la sociedad es también universidad, no son partes separables. La sociedad ha de aportar a la universidad también elementos de orientación, mantenerse en contacto, ofrecer práctica y, de algún modo, colaborar en la formación. Y en cuanto a eso de lograr lo que había hace veinte años resulta del todo discutible: yo desde luego no estoy de acuerdo con que hace veinte años las cosas fuesen mejor que ahora.

- murga. No pretendo que se trate de caer aquí en la pura retórica, ni hacer tampoco de la teoría una especie de regla de oro. Es un hecho evidente que no se puede disociar del objetivo de quienes estudian en la universidad la consecución relativamente rápida de un nivel salarial y laboral, pero para eso hay que disponer de una práctica y experiencia que hoy por hoy la universidad no proporciona, ni la proporcionará por más años que se le sumen de teorías. Aquí, en Galicia, la Administración anterior creó el Plan Labora, concebido precisamente para que los jóvenes pudiesen acceder a su primer trabajo aún sin experiencia, y que en el ejercicio de esa tarea la adquiriesen. Eso se ha eliminado y no ha sido sustituido por algo mejor: por eso digo que hacen falta políticas realistas y efectivas. Ahora se habla mucho de proyectos y de intenciones, pero nada más.