Del cólera a la difteria. De la difteria a la malaria. Amenaza tras amenaza, un sistema de salud "destrozado", como califican en Médicos Sin Fronteras al de Yemen, se pone a prueba. Uno de los últimos problemas que abordó la lucense Elena Grandío con su equipo es cómo hacer para separar a los enfermos en el hospital de modo que quienes tienen enfermedades infecciosas estén aislados y no contagien. Es difícil, porque hay afectados de sarampión, difteria o tos ferina y casos sospechosos de cólera; otros pacientes padecen dengue o malaria. En esta "misión", como las denominan en Médicos Sin Fronteras (MSF), trabaja más con el ordenador que con pacientes. Esta vez, y ya son muchas las que se acumulan a sus espaldas bajo el amparo de la ONG, le toca hacer de coordinadora médica en Saná, la capital de Yemen, y convertirse en una especie de "gerente de la parte médica". Mientras, ha aparcado los guantes y el instrumental que tantas veces usó sobre el terreno, como el año pasado, en Sudán del Sur.

Por esta enfermera, que ha ampliado su horizonte solidario con un abanico de países que va desde Angola a Kenia, pasando por Somalia, Honduras, Tanzania, Sudán, Nigeria, Siria, Zambia o el propio Yemen, entre otros, y que ha ensanchado su currículum con másteres en salud pública, en medicina tropical y en enfermedades infecciosas, pasan decisiones que afectan a cómo Médicos Sin Fronteras aborda la situación de "colapso" que sufre Yemen y que afectan a su sistema de salud.

El país está asolado por una guerra civil en la que interviene una coalición internacional liderada por Arabia Saudí que lo mantiene bloqueado. La ONU ha pedido el levantamiento del bloqueo, que afecta a víveres y combustibles, aunque hace poco se permitió la entrada de ayuda humanitaria. Además, desde MSF se reprochaba en diciembre que en el conflicto "los servicios médicos son atacados repetidamente".

Lo que ocupa a Elena ahora, "coordinar y gestionar" a ocho trabajadores de MSF, pasa, entre otras cuestiones, "por definir las estrategias, a dónde vamos, qué necesitamos, que no necesitamos, el apoyo técnico de los equipos que están haciendo los proyectos e implementan el cuidado directo con los pacientes..." A su lado, son miles quienes se entregan a la causa. En la actualidad MSF tiene desplegados en Yemen 1.873 trabajadores, de los que 89 son expatriados, como Elena. Además, la organización, explican desde MSF; paga incentivos a más de mil trabajadores del Ministerio de Salud.

No sobra nadie. Se enfrentan, como explica Elena, a un conflicto "muy largo, muy agresivo en términos de bombardeos y desplazados y que además "está un poco olvidado". Pero personas voluntariosas como ella lo recuerdan cada día echando una mano pese a vivir el país "un conflicto abierto". "No es que vayamos como quien a va a tomar unos vinos", explica, pero asegura que la organización trabaja con unas medidas de seguridad "bastante importantes" y realiza análisis para no poner a la gente en peligro. No obstante, lamenta que "en los últimos años no parece que se estén respetando mucho" las reglas de juego que fija la Convención de Ginebra para hospitales, organizaciones médicas, ambulancias o heridos.

Mientras tanto, el país, es decir, la población civil, sufre la consecuencias del conflicto. "Los conflictos deshacen. Los sistemas no funcionan. Aunque el país funcionase antes, deja de funcionar", señala Elena. Asegura que es como una "rueda". "No hay salarios, no llegan las medicinas, las ambulancias se rompen y no hay quien las arregle y entonces el sistema se colapsa. Muchos de los centros de salud u hospitales no funcionan porque no tienen personal o fueron bombardeados o tienen la mitad de gente trabajando o están sin abastecimiento. En los programas de vacunación las neveras se rompen, las vacunas no están bien guardas o no llegan o lo hacen tarde o ahora hay o ahora no hay o el vacunador se fue lejos a buscar otro trabajo para alimentar a su familia y eso colapsa el sistema de salud", explica. "La rueda", insiste. Y sigue, esta vez con el agua y con la electricidad, al contar cómo hace seis años había estufa y ahora no porque el generador no da abasto. "Es todo así. La vida normal está cambiada por la guerra", sentencia. Destaca Somalia, Siria, Yemen, Angola... "Las guerras no son buenas", proclama. Cada una es monstruosa a su modo.

Pero personas como ella no dudan en dedicar parte de su vida a ayudar. "No sé explicar por qué. Vas empezando y vas haciendo y tiene su parte muy gratificante, lo que hace que pequeñas cosas sean grandes logros, todos los retos que tienes que superar. Es gratificante trabajar con gente de aquí y ver cómo los colegas nacionales ponen también su sangre y su sudor en ayudar a la gente y es algo que también, de alguna forma, engancha. Es una experiencia muy bonita" Esas son sus razones. También es cuestión de carácter: "Tengo una buena amiga ejecutiva en un banco y que dice que haces ahí y yo le digo qué haces tú aquí, porque me moriría si tengo que hacer su trabajo".

Elena, que cumplió algo más que las bodas de plata en su compromiso con Médicos sin Fronteras, para los que pide apoyo, se tomará de abril a octubre para reponer fuerzas en Galicia, a donde llegará, confiesa, con ganas enormes de tomarse un caldo. Tal vez porque el generador esta vez no dio para una estufa y pasó frío. Pese a las vicisitudes, echa mano de un refrán de su tierra para señalar que "nunca choveu que non escampara". Espera que el conflicto acabe, aunque no tan pronto como le gustaría. Pone de ejemplo su estreno con MSF, que data de 1991: "Los conflictos también acaban. Mi primera guerra fue Angola y mira el país ahora parece que va tirando". Yemen, y tantos otros, también se merecen un final feliz. La ONU quiere echar una mano y busca casi 3.000 millones de dólares para un Plan de Respuesta Humanitaria a lo que define "la mayor crisis humanitaria del mundo".