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Rosa Casafont Vilar: "La letra con sangre no entra, mata, y es lo contrario a la pasión por el aprendizaje"

"Si la emoción es buena aprenderé bien y si la emoción es estresante aprenderé mal y sufriré. Esto antes no se conocía"

Rosa Casafont Vilar, el sábado en Santiago de Compostela. // FdV

La educación emocional ha permanecido escondida durante mucho tiempo o, al menos, no se pensaba en ella como concepto clave en la formación y en la vida diaria de las personas. Desde hace unos años está presente en las escuelas, ya en las primeras etapas educativas. Ser capaz de expresar emociones desde muy pequeños, desarrollar la empatía, trabajar en equipo o aceptar de modo natural la diversidad de los seres humanos son algunas de las características de una buena educación emocional. Pero para ponerla en práctica en el sistema educativo, en los hogares o en el ámbito vital de cualquier persona que se lo proponga, antes hay que entender la capacidad de la mente de uno mismo. Rosa Casafont Vilar es médico y formadora en Neurociencias y Neurobiología del comportamiento. Participó este fin de semana en el Curso de Especialización en Educación Emocional de la Universidad de Santiago (USC).

-El método que usted ha creado, conocido como Thabit, se basa en la capacidad plástica cerebral para orientarla hacia un comportamiento más saludable. ¿Se trata de conocerse mejor a uno mismo?

-Se trata del poder de la mente y la capacidad para dirigirla en favor de nuestros propios beneficios, hacia un cambio cognitivo, emocional y de comportamiento más saludable.

-¿Cómo lo transmite a sus alumnos?

-Trabajamos durante las horas que dura el curso y mientras aprendemos nos divertimos también. El reto es realizar un autoconocimiento, desde la neurociencia, para poder soportar después hacer los cambios necesarios. No tendrán que hacer dogmas de fe. Sabrán dirigir la capacidad de cambio, que es lo más importante, porque tenemos capacidad para cambiar nuestras estructuras mentales, con cada experiencia. Lo interesante es que sepamos llevarlo por buen camino. Es decir, aprendemos a fundamentar desde la neurociencia las estructuras, las redes y las funciones que nos dan esa capacidad de cambio.

-¿Una parte importante es la gestión de las propias emociones?

-Yo diría la educación cognitivo-emocional, porque no podemos separar los pensamientos de las emociones y tenemos que aprender a pensar, a sentir y a comportarnos de forma diferente. Esos cambios van en una única dirección, desde dentro hacia fuera. Si estos cambios los hacemos nosotros, después podemos influir saludablemente en nuestro entorno. No tenemos el derecho de determinar la vida de nadie, pero influir es lícito y tenemos una responsabilidad como educadores.

-¿Ya se educa con esas miras?

-Cada vez más. Antes no se trataban estos temas en las escuelas, pero ya había centros diferentes: unos más rígidos, otros menos... diferentes tipos de metodología. Quizás haya dependido del profesorado que hemos tenido o del estilo de educación elegido. En general, cada vez somos más sensibles a que tenemos que cambiar, darnos cuenta de que nuestro cerebro es un órgano de conocimiento emocional y que las emociones forman parte de nuestras tomas de decisiones. Siempre.

-¿Se puede asegurar que los modelos de enseñanza rígidos forman parte del pasado?

-Si la emoción es buena aprenderé bien. Si la emoción es estresante aprenderé mal y sufriré. Esto antes no se conocía. Recordemos, por ejemplo, dichos como el de la letra con sangre entra. Hombree! Eso no funciona. La letra con sangre mata, no entra. Quiero decir, entra, pero lo sufres y, por lo tanto, es lo contrario a la pasión por el aprendizaje y no es el objetivo. El objetivo es que haya ciudadanos felices que incorporen el conocimiento y que sepan sacar la mejor versión de cada uno, en la diversidad.

-¿En qué se distingue un aula de Infantil que haya trabajado la educación emocional?

-Son niños abiertos, a los que no les da miedo hacer preguntas, espontáneos, buscan la mirada de los demás, saben cuándo un compañero se siente bien o mal y consiguen alternativas para solucionarlo. Son cooperativos, tienen capacidad de ayuda y, además, están apasionados por aprender.

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