Según el INE, Galicia, el país de los diez mil ríos de los que hablaba Cunqueiro, es también el país de los 29.200 nombres, los que reúne en su Nomenclátor para la comunidad. No obstante, su lista se queda corta si se la compara con el Nomenclátor de Galicia, el oficial, que le gana por nueve mil topónimos al recopilar 38.279 nombres de lugares (incluso los ya abandonados), parroquias y concellos en la comunidad, cuyo patrón de dispersión geográfica la hace única.

Pero si conocer la denominación de un lugar y cómo debe escribirse es importante, y esa es la función del Nomenclátor de la Xunta supervisado por la Real Academia Galega, no lo es menos que esos lugares aparezcan en los mapas y en el lugar correcto. Sin embargo, hasta el momento no se había realizado una georreferenciación (asociar el topónimo a unas coordenadas concretas del espacio para así situarlo en los mapas) "completa" de toda la toponimia recogida en el Nomenclátor gallego que no aparece en el estatal, diez mil nombres más. Ahora sí, y la labor recayó sobre el Instituto de Estudos do Territorio (IET), dependiente de la Consellería de Medio Ambiente, que acaba de finalizar dos años de trabajo que oficializará en el primer semestre de 2018 previa revisión por los concellos.

Con todo, el resultado de la labor del instituto que dirige Inés Santé ya es público y sirve de base para el Plan Básico autonómico (instrumento de planeamiento urbanístico de la nueva ley do Solo) y servirá para los planes de los concellos y para elaborar cartografía oficial, aunque el nivel de detalle haga que ni en una escala de casi 1:100000 se puedan reflejar todos los resultados impresos. Además también afinará la actuación de emergencias y del correo al "mejorar las direcciones". Ambos servicios, incide Santé, necesitan ubicar el lugar "de forma precisa".

La tarea de "actualizar" los datos no fue sencilla y supuso poner bajo la lupa 5.173 nombres que a veces no disponían de coordenadas. Primero se hizo un trabajo de puertas adentro para georreferenciar el conjunto de los topónimos en 2016, lo que permitió, explican desde la Xunta, "aproximar" la gran mayoría. En 2017, se pasó al trabajo de campo para identificar, corregir o verificar in situ más de 3.500 topónimos que incluían 1.105 no localizados en la primera etapa, 601 cuya ubicación tenía una baja fiabilidad y aquellos que se correspondían con entidades de menos de 100 habitantes. El trabajo de gabinete permitió revisar y corregir otros, hasta los 5.173 topónimos.

Una de las zonas que más quebraderos de cabeza le dio a la Xunta fueron las Rías Baixas, donde a veces, comenta Inés Santé, resulta complicado por la densidad de topónimos saber dónde termina un lugar y empieza otro para fijarlo en un mapa.

El trabajo del IET será la base para la cartografía oficial, pero también supone, explica Santé, un trabajo "fundamental" para la conservación del patrimonio y lo hace accesible para poder ser utilizado en investigaciones académicas, con fines burocráticos (como referencia sobre las entidades de población para todas las administraciones), para afinar la sinaléctiva y orientar a los turistas o simplemente para que una carta ("había muchos problemas con las direcciones", reconoce Santé) o que una ambulancia lleguen a su destino. También Google Maps y Apple pueden utilizar los datos para mejorar sus direcciones. Pero el misterio de Galicia se mantiene: quedarían 215 topónimos sin localizar.