Marsillas apunta que ingresos y estudios pueden ir vinculados, y que en este grupo se eleva la participación global porque "pueden participar más". "Porque para algunos es complicado llegar a fin de mes", explica. Cuenta cómo hay personas que no pueden ir al gimnasio porque no son capaces ni de bajar las escaleras al desconocer las ayudas a las que tienen derecho. Esas situaciones la llevan a sugerir que los médicos de cabecera podrían echarles una mano. También, y dado que, apuntó, que los problemas vinculados a una mayor situación de "fragilidad" se asocian a los 80 años en adelante, tal vez, sugiere, podría saltar una alarma en el sistema sanitario que avisase de que esa persona cumple 80 años y se la citase para hacerle un chequeo y una valoración geriátrica. Se trataría, recalca, de hacer una labor "más preventiva", de "informar".

Porque hacerse mayor, recalca, "no implica romper con tu vida". El envejecimiento activo, incide, es eso: un proceso para lograr una vejez "acorde" con nuestra vida, que "no desconectemos de las parte más significativas", seguir siendo "un miembro más de la sociedad". Por eso también reivindica reconocer el rol de los mayores, aprender de ellos y hacer que se incorporen a una sociedad que evoluciona. Uno de sus papeles, incide, debe ser asesorar en las políticas que les afectan. Pero eso hay que "promoverlo" e implica romper con estereotipos y con un estilo de envejecimiento, el promovido, que consiste en lo contrario: "Tú trabajaste, ahora siéntate y espera".