"A luchar contra el fuego no te prepara nadie". La reflexión la exterioriza el subinspector Gabriel de la comisaría de Vigo. Él estuvo al mando de las 8 dotaciones con 16 policías nacionales que el domingo se vieron atrapados en el infierno de Chandebrito (Nigrán). En esa parroquia donde los incendios del domingo se cobraron la vida de dos mujeres se estuvo a punto de rozar una tragedia mucho mayor. Tanto, que a este mando policial le llegó a venir a la memoria la tristemente conocida como "carretera de la muerte" de Portugal. Llamas de "20 metros de altura", un vial convertido en un "túnel de fuego", temperaturas de 90 grados y una tóxica humareda que convirtió "el día en noche". Eso, y más, fue lo que se toparon los policías que acudieron allí a ayudar y a enfrascarse "en salvar la vida de la gente". Ayer el subinspector y otro agente, Marcos, recordaron lo vivido: "Nos temimos lo peor".

Chandebrito es demarcación de la Guardia Civil. Pero los incendios se multiplicaban. Y estos policías fueron a la llamada de auxilio. Aquel no era su lugar natural de trabajo y en su formación no se incluyen los fuegos forestales, pero hacían falta manos. Llegaron pasadas las seis de la tarde. La situación no era "caótica", pero sí complicada. "Había unos 500 vecinos; se vislumbraba que el incendio iba a ser virulento", cuentan. Rodeados de masa forestal, el calor "era tremendo" y los vientos fuertes. "Volaban" pavesas que "avanzaban" conatos de incendio. Se "enfrascaron" en evacuar a los residentes. Con la ayuda de ciudadanos. "Estábamos en una zona con casas muy salpicadas, gente mayor...; la colaboración que nos prestaron, codo con codo, fue clave", destaca el subinspector, que entiende la resistencia de muchos residentes a irse: "Es gente que tiene allí su casa, su vida, sus animales..., tenían miedo a perder todo; pero el peligro se acercaba, allí no había garantía de que no pasara nada".

Y el escenario se volvió "crítico". Las llamas se acercaban y las hojas, las pavesas, ya "caían por doquier". "En cada esquina había un fuego", describe. De repente "el día se hizo noche". El fuego ya estaba en las tres salidas: las de Fragoselo y Monte Alba se volvieron "impracticables", pero la de Camos parecía aún viable. "El problema era que estaba sin explorar", cuentan. El subinspector vio la luz al ver a un vehículo de bomberos. De forma consensuada con ellos, tomó la decisión de salir por allí, por Camos. "Nos teníamos que ir, la cosa se estaba poniendo muy fea", insiste.

Una avanzadilla

En primer lugar partió una avanzadilla de tres patrullas con seis agentes, incluido él, y los bomberos. "Le dije a los otros diez policías que se quedaran arriba; no me podía aventurar a ir todos por una carretera comarcal rodeada de árboles; era peligroso", cuenta. A su memoria le vino la "carretera de la muerte" de Portugal. Y no quería que se repitiese aquella tragedia.

Y salieron. Había fuego y humo, pero por allí aún se podía escapar. Ordenó por radio a los que se habían quedado en Chandebrito que les siguieran. No se imaginaba que momentos después todo cambiaría de "forma grotesca". "Aquello se convirtió en un infierno, llamas a un lado y a otro, remolinos de fuego, fuerte viento?", dice. Y comunicó a las dotaciones que acababan de salir que regresasen. "A nosotros no nos quedó más que seguir; los vehículos crujían, la temperatura marcaba 90 grados, las ramas caían sobre el capó; temimos lo peor", cuenta. Pero de repente vieron "la luz": una explanada libre de fuego. Se habían salvado.

El subinspector era consciente de "lo que había quedado atrás". Los otros cinco vehículos policiales con diez compañeros a los que había mandado volver y los vecinos que seguían en Chandebrito. "No podíamos volver, pedí medios", recuerda este mando, que dice que, pese a la desesperante situación, se actuó "con calma y profesionalidad". "Hicimos lo que pudimos y se tomaron las decisiones correctas, si los vehículos que venían detrás no hubiesen dado la vuelta aquello podría haber sido una desgracia como Portugal, una catástrofe", indica, ahondado en el pesar que sienten por la muerta de las dos mujeres de esa parroquia. "Precisamente habíamos ido allí para evitar eso", lamenta.

Entre los agentes que tuvieron que volver al infierno de Chandebrito estaba Marcos. Cuando hizo girar su coche para ese duro viaje de vuelta vio que, además de dotaciones policiales, les seguían vehículos de vecinos. Y hubo un embotellamiento en aquel vial, en aquel "túnel de llamas". La visibilidad era casi nula. El fuego les entraba por debajo de los coches. Fue el peor momento. "Pensábamos que habíamos llegado a un punto de no retorno", dice. Pero por una carretera sinuosa en la que si el vehículo se salía de la vía habría llegado "el fin", lograron alcanzar Chandebrito. "Fue solo un kilómetro, pero me pareció que habían sido 200", remarca. Estuvieron recluidos cuatro horas con cien vecinos. Allí el gran problema era el humo. Algunos agentes empezaron a marearse y a sentir náuseas. Todos necesitaron después asistencia sanitaria. "Allí de lo que se trataba era de sobrevivir", dice. Varios factores, entre ellos un cambio en los vientos, les salvó la vida y al final pudieron marcharse por Fragoselo y Camos. Era casi la una de la madrugada. La pesadilla había finalizado.