Chandebrito lloraba ayer la pérdida de sus dos vecinas, dos amigas y parientes muy conocidas y apreciadas en la parroquia que disputaban su última partida de cartas cuando las sorprendió la tragedia. Quedaban con frecuencia para disfrutar del juego y el domingo se encontraban en casa de Maximina, en el barrio de Tomadas, cuando las avisaron de que debían marcharse y les encontraron sitio en una furgoneta que seguía la caravana organizada por la Policía Nacional.

Maximina, viuda, había regentado durante décadas con su marido la desaparecida taberna Manolo. Ella atendía la tienda de alimentación y su esposo el bar. Había nacido en el barrio de A Igrexa, donde hacía más de medio siglo que vivía Angelina, natural de Vincios (Gondomar), desde que se casó con su marido, Rafael, con el que tuvo cuatro hijas.

Las dos disfrutaban de su jubilación en la zona tras toda una vida de trabajo en el establecimiento comercial una y en el cuidado de su familia y las tareas del campo la otra. Sus vecinos las recuerdan como "dos mujeres encantadoras", ya que participaban en la vida social del entorno y asistían a numerosos eventos organizados por el colectivo vecinal.