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Los partidos calientan para la precampaña de municipales

PP, En Marea, PSdeG y BNG idearán su estrategia para la próxima cita electoral sin las urgencias de los tres últimos años

Ana Pontón, Feijóo, Leiceaga y Luís Villares, antes del debate electoral de septiembre de 2016. // X. Álvarez

Cataluña abrirá el telón y la resolución del conflicto marcará la agenda política estatal, pero en Galicia la vista está puesta ya en las municipales de 2019. El curso se abre estos días con PP, En Marea, PSdeG y BNG en situaciones diferentes, pero calibrando cómo alcanzar el final de 2018, antesala de las elecciones locales de mayo de 2019, la nueva prueba del estado real de cada formación tras un paréntesis que les dará tiempo para rearmarse después de las batallas de 2014 (europeas), 2015 (generales) y 2016 (generales y autonómicas).

El desafío catalán supone la clave de bóveda de la legislatura, al margen de la lucha contra el terrorismo yihadista, pero en Galicia se dirimen muchas más cosas. El PP parte con la ventaja de haber sumado hace casi un año la tercera mayoría absoluta consecutiva y del viento de cola de una recuperación económica que todavía no llega a gran parte de la sociedad, pero a nivel político se enfrenta al reto de superar el golpe de 2015, cuando perdió las diputaciones de Pontevedra y A Coruña y las ciudades de A Coruña, Santiago y Ferrol, además de decenas de concellos.

Esos cinco objetivos son los fijados en la agenda de los populares, que este año acelerará su estrategia para potenciar a Beatriz Mato en A Coruña e impulsar a Agustín Hernández en la capital gallega, mientras en Ferrol todavía no hay decisión. En mayo deberían estar cerrados los candidatos urbanos, según manifestó la cúpula del PPdeG. A Coruña es el territorio donde los populares aspiran a golpear a los referentes de las mareas. Sin embargo, Pontevedra constituye una pieza clave no solo para el presente, sino para el futuro del partido.

El vicepresidente de la Xunta y líder provincial popular, Alfonso Rueda, ya señaló la diputación pontevedresa como aspiración en el acto de su formación en Cerdedo-Cotobade y muchos de sus compañeros dan por hecho que intentará alcanzar su presidencia. De ese modo, golpearía al PSdeG vigués de Abel Caballero, cuya mano derecha dirige la institución, y lograría controlar un territorio -con fondos- de cara al proceso sobre la sucesión de Feijóo que se abriría antes de las autonómicas de 2020. Aun sin entrar en la carrera por relevarlo -si Feijóo se marcha-, se reservaría un gran poder de acción sin condicionarlo a su papel en el Ejecutivo. En ese reto, debe solventar el cabeza de cartel de Pontevedra y recuperar terreno en Vigo tras la mayoría absoluta socialista de 2015.

La oposición seguirán castigando al PP con reproches a su doble postura -a favor en Galicia y en contra en Madrid- sobre el traspaso de la AP-9 y deberá asumir las consecuencias para su marca de la gestión de la consulta catalana por Rajoy.

El período de calma tensa hasta los comicios de 2019 aportará una oportunidad a En Marea y PSdeG, que afrontan procesos internos que marcarán su trayectoria hacia esa cita, donde se juegan, de nuevo, quién lidera la oposición.

En Marea cuenta con la ventaja de su estado líquido, impulsada por unas mareas locales con plena autonomía en sus concellos. Mantener el poder en A Coruña y Santiago constituye la principal meta del espacio rupturista, consciente de las dificultades en Ferrol. Pero al proceso llega con las grietas en la dirección autonómica que dirige Luís Villares, cuyo enfrentamiento con Marea Atlántica es público.

En diciembre, En Marea afrontará un nuevo plenario tras la quiebra interna de julio. Cómo lo resuelva marcará la inercia de la formación y también los planes del exjuez sobre su candidatura a la Xunta de 2020.

A pesar de sus problemas, las mareas sorprendieron en 2015 y En Marea, con un candidato improvisado a dos meses de las autonómicas de 2016 ,superó al PSdeG en votos y alcanzó los 14 diputados, evidenciando que existe espacio electoral para sus propuestas. La desmovilización percibida en las bases rupturistas, paradójicamente, podría ser contrarrestada por los ataques del PP a alcaldes como Martiño Noriega o Xulio Ferreiro. El papel de Podemos, que quiere mantener sus siglas dentro de las alianzas locales, marcará también este curso el grado de cohesión de numerosos proyectos municipales.

El PSdeG, por su parte, encara su cuarto proceso de renovación tras la caída del bipartito que arrastró a Emilio Pérez Touriño en 2009. La inercia de la victoria de Pedro Sánchez parecía apaciguar la división interna -aunque no se ha logrado integrar en el proceso al PSdeG de Vigo, el que más afiliados tiene y la única mayoría absoluta urbana del partido, además de presidir la Diputación de Pontevedra-, pero la predilección de la gestora, el besteirismo y el aparato coruñés por el hasta ahora desconocido Juan Villoslada en unas primarias -previas a la elección de direcciones provinciales y locales- en las que compiten también Xoaquín Fernández Leiceaga y Gonzalo Caballero han reabierto heridas.

Dotarse de una dirección estable y no condicionar su continuidad al resultado de 2019, que supondría otro vaivén interno, resulta un planteamiento que muchos en el PSdeG consideran difícil de evitar, al tiempo que los rivales de Villoslada apuntan que se trata de una vía para el futuro regreso de Besteiro si se libra de sus imputaciones judiciales.

Mientras, el BNG vive un momento de felicidad al contraponer su cohesión con las disputas de En Marea y PSdeG. Confía en aprovechar su experiencia y el descontento en las bases de ambos para crecer en las municipales, en las que mantener Pontevedra es vital. Su caída evidenciaría el estado real de unas siglas que en los 90 lideraron la oposición y ahora, por ejemplo, no tienen asiento Vigo, urbe que gobernaron. Su estrategia es evidente desde el 25-S: anticiparse al resto de la oposición en la pugna con el PP para combatir sus escasos escaños.

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