"En la mayoría de los casos, los conductores mayores no son conscientes de su falta de reflejos", advierte el agente Pedro Liñeira. En una ocasión, dio el ato a un automovilista que apenas podía moverse en el interior del vehículo. Era un hombre con obesidad mórbida al que le costó incluso aparcar en el arcén y que apenas tenía movilidad para girar el volante. "El vientre lo tenía prácticamente sobre el volante, los brazos con tal rigidez que le impedían cualquier movimiento e incluso le costaba girar el cuello", recuerda Liñeira. No daba ni soplado cuando le requirieron para la prueba de alcoholemia. Ante esta situación, la patrulla remitió el caso para un chequeo extraordinario del Sergas que determinase si el conductor era apto para seguir al volante o debía hacerlo con ciertas limitaciones.