Costó décadas vencer el silencio y el miedo que impuso la Guerra Civil y los años oscuros de la dictadura. Pero hace poco más de 15 años, quienes fueron testigos de los paseos del franquismo empezaron a señalar las fosas donde fueron enterrados más de 100.000 represaliados. Aún hoy, miles de desaparecidos yacen en cunetas, montes o tapias de cementerios a la espera ser exhumados y recibir sepultura junto a sus padres, abuelos, cónyuges o incluso hijos.

"Busco a mi padre". "Sé dónde está enterrado mi abuelo". "En esa fosa está mi tío". A la Asociación de la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), colectivo originario del Bierzo promotor de las primeras exhumaciones en España, le llegan a diario peticiones para exhumar aquellos viejos huesos vencidos que desde hace casi ocho décadas claman memoria. En la práctica totalidad de los casos son los propios familiares o los vecinos de la zona los que sitúan el lugar donde fueron ejecutados y aportan datos de cada uno de los represaliados. Pero en la fosa de Guadalajara, donde la ARMH inició este mes los trabajos de exhumación, la cuarta con represaliados gallegos fuera de la comunidad, el equipo de investigación, coordinado por Marco González, se ha encontrado con el expediente de un gallego del que tan solo disponen de su lugar de origen, su profesión y la fecha en la que fue ejecutado por el delito de "adhesión a la rebelión". El colectivo trata de dar con familiares para entregarle los restos una vez concluya el proceso de exhumación y cotejo de las muestras genéticas.

Se trata de Emilio Aranda Olivan, tal y como recogen las anotaciones del Registro Civil y de los libros de enterramientos del cementerio de Guadalajara, donde fue ejecutado el 19 en octubre de 1939. Natural de "La Coruña", "soltero" y de profesión, "delineante", "hijo de Emilio y Josefa" y "domiciliado" en Guadalajara. Militante del PCE y miembro de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, y del Socorro Rojo Internacional. Durante la guerra trabajó en la Secretaría del Comisariado del IV Cuerpo de Ejército Republicano.

El equipo de voluntarios espera que la noticia sobre su búsqueda llegue a los familiares pese a los escasos datos, ya que no han podido acceder a la causa militar. "Está en el Archivo Militar de Zaragoza", apunta Marco González, vicepresidente de la ARMH. No sería la primera vez que una familia conoce por los medios dónde están enterrados sus allegados. Ya ocurrió con la fosa exhumada en 2009 en Aladrén (Zaragoza), donde fueron recuperados los restos de tres gallegos paseados en 1937: Cándido Silva, de Ribeira; Juan Moreno, de Vigo, y Benito Alonso, de A Cañiza. Fueron los familiares de este último, residentes en País Vasco, que se enteraron por este periódico dónde había sido fusilado, tal y como entonces relataron a este diario. Su sobrino había escuchado que Benito había muerto por "Zaragoza". Pero ninguna pista más que le acercase el lugar exacto donde había sido sepultado.

El pasado 9 de mayo, voluntarios de la ARMH iniciaron en el cementerio de Guadalajara el segundo intento para recuperar los restos de Timoteo Mendieta, miembro de UGT ejecutado el 16 de noviembre de 1939. Se trata del primer caso de una exhumación que se realiza tras un exhorto internacional dictado por la juez argentina María Servini, encargada de la instrucción de la conocida como "querella argentina" contra los crímenes franquistas.

Los restos de Mendieta no estaban, tal y como se creía cuando se comenzó en enero del año pasado la exhumación, en la fosa número 2 del cementerio de Guadalajara. De ahí que los arqueólogos retomasen este mes los trabajos tanto en la fosa identificada como número 1 en la que hay unos 25 cuerpos -entre ellos el del coruñés Emilio Aranda Olivan- como en otros cuatro sepulturas situadas en la primera fila del camposanto.