La insólita falta de lluvias desde el pasado otoño y las altas temperaturas han convertido al monte gallego en un polvorín. Desde el arranque del año han ardido más de 7.700 hectáreas. Las llamas iniciaron muy temprano su devastación, con incendios superiores a las 20 hectáres ya en marzo, y con un abril en el que apenas hubo jornadas sin nuevos focos. Tan solo en ese mes se registraron 380 fuegos en la comunidad.

La temporada de incendios se ha adelantado: si los mayores niveles de alerta solían coincidir hasta ahora con el verano, este año se han decretado en Semana Santa. Por entonces la Xunta activaba la prohibición de realizar quemas agrícolas y forestales, que todavía se mantiene.

Tras unos meses de mayo y junio de baja actividad incendiaria, julio y agosto han vuelto a despuntar. El fuego declarado en Verín el día 3 de este mes ya se ha convertido en el más grande del año, con 1.372 hectáreas calcinadas.