--Su pedagogía rechaza la escolarización basada en la transmisión vertical de conocimientos desde el profesor hacia el alumna o. ¿Qué sabe el niño que ignora la escuela?

-Casi todo. Como la hipótesis más común es que todos los niños son iguales porque no saben nada se les considera como recipientes vacíos que hay que llenar. Si se asume lo contrario, toda acción educativa tiene que empezar con un momento de escucha y no con propuestas fijas. Estas pueden ser violentas, pues unos pueden estar dispuestos y preparados para asumirla y otros sentirse totalmente ajenos. Estos últimos pueden asumir actitudes de rechazo, desinterés o incapacidad, que se traducen desde el simple aburrimiento al rechazo escolar. Por eso, para ser de todos, la escuela no tiene que evaluar quien es "bueno" o "malo" sino que tiene que ser valiente, permitiendo a todos desarollar sus talentos, sus capacidades naturales. Su objetivo principal tiene que ser promover la felicidad.

-- Sin embargo, las legislaciones educativas piensan en ese "cómo" y "para qué" enseñar guiadas cada vez más por lo que el mercado dicta como útil para la productividad y la competencia?

-La escuela tradicional privilegia un grupo muy pequeño de lenguajes -sobre todo el de la ciencia y la lengua-, y olvida a los más críticos y originales como son los artísticos. Las inteligencias son múltiples pero la escuela no lo sabe porque es muy ignorante, en correspondencia con la política que la gestiona.Lo que debe entenderse que cuando el motor es la felicidad, es decir, cuando cada alumno se realiza en lo que desea también es más competente.

-¿La dimensión afectiva es otro de esos lenguajes excluidos?

- Siempre se creyó que el ámbito de los afectos es el de la familia y que el dominio de la escuela es la racionalidad pero si dejamos los valores y las emociones fuera del aula seremos cualquier cosa menos felices.

-¿Tener que reivindicar, como usted hace, que los niños precisan jugar más que hacer deberes ¿ejemplifica que vivimos una existencia cada vez más autómata?

-El juego tiene que ser el deber más importante. La escuela debería pedir a sus alumnos: para mañana, vuestros deberes son juegar libremente lo máximo posible. Es en el tiempo libre autónomo es cuando el niño puede encontrarse con lo impredecible, tener encuentros y descubrimientos para luego compartir en el aula. Carecer de estos intercambios, los empobece.