Las fortísimas medidas de seguridad que rodean al embajador de Israel en España contrastan con el cuaderno de menos de 10 centímetros en el que se lleva las consultas de su paso por el Círculo de Empresarios de Galicia. Al país se le conoce como el segundo Silicon Valley. Fruto de la crisis de su modelo de producción tradicional a finales de los años 80 y la llegada de 900.000 inmigrantes muy formados desde la antigua Unión Soviética, nació "la nación startup". La supresión de aranceles, la desregulación de sectores y una inversión en I+D que llega al 4% del PIB provocó, entre otros factores, que el saldo de empresas ronde hoy las 5.000, con 500 nuevas cada año. Daniel Kutner, nacido en Buenos Aires, es un hombre de letras que habla de economía con acento argentino y la misma calma con la que defiende su país en el tan criticado trato a Palestina.

-Lo que está claro es que no vale solo con la vocación de innovar. Hay que crear un ecosistema administrativo, incluso de inversión.

-Es verdad. Aquí hubo una intervención gubernamental muy acertada en las etapas críticas, al principio, cuando estas compañías no tenían apoyo ni siquiera de capital riesgo. El gobierno les ayuda a asentarse y si el proyecto es innovador y tiene sentido cubre hasta el 90% de los gastos de I+D.

-Hay responsables de universidades de Israel que aseguran que si la industria necesita algo de ellos tardan un mes en dárselo. ¿Eso es así?

-No sé en tanto detalle, pero en Israel se ha logrado una profunda integración entre universidad y el mundo de las startup. Grandes compañías pueden cooperar con las universidades, como es el caso de IBM. Pero también al revés. Hace poco estuvo en España el presidente del Instituto Weizmann y explicaba que para él los profesores no tienen que preocuparse si su investigación es relevante para la economía. Lo que les interesa es si es innovador. Cuentan con una oficina de transferencia tecnológica que es la que se preocupa de ver si hay potencial económico y se encarga de comercializarlo. Le otorgan la licencia a una compañía y si tiene éxito les pagarán royalties. Hay universidades que reciben cientos de millones.

-¿Como una patente?

-Sí, una patentes que es de las universidades. Los grandes éxitos están en descubrimientos con la medicina, pero también en otras áreas. Hace 15 años dos profesores de la Universidad Hebrea crearon una empresa basada en tecnología que hoy se aplica como sensor en los coches para saber si estamos cerca de alguien. Hace un mes la vendieron por 15.000 millones.

-¿Y eso es un éxito para el país? La otra cara del modelo en Israel es que muchas empresas se están vendiendo en el proceso de maduración a compañías extranjeras.

-Este es un ejemplo de una compañía que maduró. No la vendieron cuando valía 50 millones, ni 500.

-¿Pero al país no le interesa retenerlas?

-Es que somos realistas. Sabemos que no podemos competir en producción, en fabricación de chips con Sri Lanka o Tailandia. Es un milagro que Intel tenga dos plantas en Israel. Esas plantas tienen que justificarse cada tres o cuatro años para no mudarse y podemos ofrecer en innovación y tecnología cosas que no conseguirán en otro lado. Además, con la venta se pagan los impuestos por esos beneficios y muchas mantienen el equipo que desarrolló el producto como centro de investigación. Hay 300. IBM, Apple, HP...

-O Amazon, Microsoft... ¿Crean efecto llamada?

-Totalmente, pero no solo compañías., también fondos de capital riesgo y de menos riesgo. Tenemos alrededor de 4.400 millones de euros en inversiones, el 85% extranjera, pero un 15% ya israelí; y 9.000 millones en adquisiciones y fusiones. Para un país que es dos tercios de Galicia no está mal.

-Pues en Galicia en 2017 fueron 118 millones.

-Eso es lo que nos permite a nosotros mantenernos en una posición económica relativamente ventajosa, a pesar de que no tenemos lluvia, los campos verdes que tenéis en Galicia, astilleros... Hemos tenido la fuerza para buscar nuestro nicho en este mundo de competencia global.

-Hace años hubo un intento de la Xunta por estrechar relaciones comerciales con Israel.

-Galicia exporta a Israel por valor de 116 millones de euros y Pontevedra es la quinta provincia. Es bastante significativo. En el Círculo de Empresarios me he encontrado varias compañías con relaciones con Israel y sé que el modelo ha servido de inspiración para instituciones de Galicia que quieren alentar el espíritu innovador.

-¿Cuáles?

-¿Conoce una organización que se llama Zarpemos?

-Sí. Estrella Galicia funcionaba como monitor en Galicia.

-Tienen un acuerdo con el Instituto Académico de Tel Aviv para un programa de intercambio y valorar proyectos. Ningún modelo es imitable. No todo lo que se puede hacer en Israel se pude hacer en Galicia, pero esta fertilización mutua es fuente de inspiración o de ideas.