Aquel 5 de mayo de 1970 en el que todos los ojos de la Ría de Vigo vieron embarrancar al Polycommander en las islas Cíes, Manuel Ramón Vilar se subía a un autobús camino de Moaña para estrenarse como docente. Ahora, con 69 años, la experiencia ha madurado aquellos nervios de primerizo al cruzar el umbral del aula por la nostalgia del veterano que no quiere dejarla.

Indeciso aun sobre la posibilidad de dar despedida a su tarea educativa este o el próximo año académico, este hijo, nieto y bisnieto de marineros reconoce que, aunque es profesor porque sus padres lo querían lejos del mar, continúa porque su vocación ya es tal que "no sabría hacer otra cosa".

Desde sus primeros años en la profesión, durante el régimen franquista, hasta el día de hoy, al frente de la instrucción de Matemáticas en el IES Primeiro de Marzo en Baiona, Vilar observa "un avance extraordinario en la calidad y las posibilidades que ofrece la educación pública".

Orgulloso tanto de haber sido miembro del Movemento de Mestres de Pontevedra durante la Transición como de haber pertenecido a la generación que implantó la EGB, a la que considera "la mayor revolución cultural reciente en España", enfatiza la victoria lograda con el acceso social masivo a la formación reglada.

Vilar, que, además de docente fue alcalde del PP en Baiona durante doce años (1987-1999), critica con sutileza a la LOMCE y los tijeretazos presupuestarios en Educación. Aunque reivindica la necesidad de que exista una mayor inversión en la conservación y mantenimiento de los centros, "una de las mayores deficiencias que se observan", cree que, más allá de la protesta, "lo importante es alcanzar un gran pacto en torno a la legislación en educación".

Para el baionés, legisladores, partidos y sociedad civil deben implicarse en la consecución de un pacto que, además de subsanar reivindicaciones, impida la erosión de la calidad del sistema de enseñanza público español, al que sitúa - tanto por la preparación de sus docentes como por la implicación de estos en sus labores -, al nivel de "los mejores de Europa".

La educación, subraya, "no puede convertirse en una fábrica de parados", por lo que defiende que si la escolarización hasta bachillerato debe centrarse en que el alumnado acceda con buen a formación a ciclos de formación posteriores, ya en la universidad "es lógico adaptarse a los condicionamientos que impone el mercado laboral".

Para ello, defiende que la política educativa del Estado se acomode a las directrices desarrolladas en otros países del continente, siempre que "se respeten las características de las nacionalidades históricas en las que existe idioma propio, como en Galicia" y se mantenga, ante todo, "el patrimonio de esta escuela que es de todos".

Mientras ello sucede, Vilar acude todos los días a clase con "la misma ilusión de siempre", recalcando que si algo permite el tiempo suplementario en las aulas es "sacar más y más provecho a la trayectoria de tantos años de vida".