La crisis económica, la emigración a otras comunidades y al extranjero el descenso de la natalidad -Galicia ya encadena más de dos décadas en las que el número de defunciones supera a los partos- y el abandono del rural han llevado a la comunidad a un punto sin retorno hacia el desierto demográfico. Casi una veintena de ayuntamientos gallegos tiene menos de diez habitantes por kilómetro cuadrado pero otros 30 corren el riesgo también de colgar el cartel de cerrado por falta de vecinos, ya que su densidad media está entre 10 y 15 residentes.

Que Galicia camina hacia el suicidio demográfico es una realidad que admite la propia Xunta, que junto con el Gobierno central busca frenar la pérdida de vecinos y su envejecimiento. La primera, con incentivos fiscales para la natalidad y más guarderías. El segundo, con la creación de una comisionada para el reto de demográfico, la gallega Edelmira Barreira.