La cumbre anual de las empresas familiares cierra con la confirmación de lo que ellas mismas intuían a la vista de lo ocurrido durante la crisis, de lo que vivieron de primera mano. Que el tamaño en su caso sí importa. Es un multiplicador de la resistencia en los malos tiempos y de las fortalezas que impulsan el negocio, y de ahí el interés de la cita en este 2016 por buscar las respuestas a cómo crecer sin perder las raíces. En España existen 3,24 millones de compañías activas "y todavía tenemos un tejido poco formalizado", como enfatizó Juan Corona, director general del Instituto de Empresa Familiar (IEF), durante la presentación del avance del estudio sobre esa relevancia de la dimensión como un factor de competitividad. La inmensa mayoría son "extremadamente pequeñas". De media, las plantillas rondan los 4,6 trabajadores, frente a la media de 6,3 en la Unión Europea. "Si hiciésemos la comparación con los países más relevantes, la diferencia sería todavía mayor", indica Corona, que eleva hasta más de cuatro millones los empleos que el país podría crear si el tamaño de las empresas se acercara a la media comunitaria.

Por el momento, cinco de cada diez son sociedades a nombre de personas físicas. Sin asalariados. "Tenemos una estructura empresarial totalmente orientada al empresario individual y las micro. No es malo -sostiene el director general del IEF-. Pero también es cierto que en momentos no boyantes la capacidad de reacción en más pequeña".

Entre otras cosas, por la productividad, que es uno de los parámetros del negocio erosionados por la pequeña envergadura de las compañías. El valor añadido bruto (VAB) por trabajador en España es cinco puntos superior al conjunto de la UE, "pero nosotros no competimos con Rumanía o Malta". "Lo hacemos -continúa Corona- con Alemania, que nos lleva diez puntos de diferencia; o Francia e Italia, que nos aventajan en 12 y casi 15 puntos respectivamente". Un dato "absolutamente abrumador" porque "es muy difícil competir con una productividad mucho más baja". A medida que aumenta la dimensión de las compañías, el VAB se eleva. Hasta el punto de que las españolas aventajan a las británicas en capacidad a partir de los 50 empleados y están muy cerca de las francesas en las de más de 250 trabajadores. "Por eso las medidas políticas para incentivar un mayor tamaño no solo son buenas para las compañías -remarca Juan Corona-. Lo son para toda la economía española".

La dimensión, según las primeras conclusiones que plasma el informe del IEF -su cierre está prevista para finales de este ejercicio o principios de 2017-, pone la barrera entre aquellas con recursos o no para aguantar en una crisis, complicado en las pequeñas, "poco capitalizadas". De media aquí viven un año menos que en la UE. Es músculo además para la internacionalización y la inversión en I+D, "España suele liderar la cola de inversión en I+D en Europa, muy lejos de los países con los que debemos competir -apunta Corona-. Y es evidente que la I+D aporta nuevo producto y reduce el gasto en royalties". El gasto en innovación en las microempresas es "prácticamente inexistente".

¿Resultado? El país ha ido mucho más allá de lo que es "lógico" en la mortalidad empresarial en una recesión. Entre 2005 y 2007 nacieron en la UE un 2,3% más de compañías de las que se destruyeron. El 3,2% en España. Entre 2008 y 2014, el saldo neto comunitario fue del 0,9%, en positivo. En nuestro país, bajó el 1,2%. No es una diferencia de matiz, sino "de tendencia". "Empresas poco estables que pueden funcionar en etapas de expansión -relata Corona-, pero no están preparadas para cambios de ciclo. Y la economía son cambios de ciclo". El golpe a la estabilidad redunda en el empleo. España partía de tasas de paro similares a sus vecinos, pero hoy se mantiene alrededor del 20% mientras en Alemania ronda el 5% y en Francia el 10%. "No es un problema coyuntural, es estructural -advierte el director del IEF-. Alguien alguna vez debería tomarse en serio el desempleo en España".

La supervivencia de una empresa tiene también mucho que ver con el momento del relevo generacional. Y eso, según Ernesto Pozo, profesor emérito de la Thunderbird School of Global Management de Arizona (EEUU), obliga a una reflexión interna de "lo obvio". "Pasa de ser la empresa de un emprendedor a convertirse en una empresa familiar", aseguró en su charla del congreso. Él, que es un reconocido asesor, invita a "invertir" en la familia porque eso condiciona el devenir del negocio. "Que desde pequeños lo vean. No hay nada más dañino para las familias propietarias que tener miembros que no quieran serlo", dijo. Al profesor Poza le preguntaron por cómo ve la economía española. "Aquí y en el resto del mundo es desastrosa -defiende-, aunque hay futuro si los político no la dañan".