Las plantas que adornan macetas o jardines, los frutales que se plantan en los huertos e incluso las especies que poblarán el monte en una plantación se cultivan primero en los viveros sobre un sustrato hecho sobre todo a base de turba, pero esta cada vez escasea más. Como explica Santiago Ramos, gerente y técnico de Asvinor (Asociación de Empresarios Viveristas del Noroeste), en Alemania han declarado las turberas hábitats protegidos, por lo que las "pocas que quedan por explotar" están en el Báltico. Así que todo apunta, augura, a que "en un determinado momento", los viveros se quedarán sin una de sus principales materias primas.

"Adelantándonos a esto y aprovechando los recursos que tenemos", dice, en Asvinor la idea es reemplazar en todo o en parte la turba por el tojo, que ya fue un gran aliado del rural como cama de ganado y fertilizante de las tierras de cultivo. Incluso hay algún estudio al respecto. Todo, alega, son ventajas: es autóctono, renovable, su explotación involucraría a "muchos sectores", los montes estarían limpios y habría menos incendios y, como fija al suelo nitrógeno, "incluso serviría de abono para los montes".

Además, si las turberas utilizables escasean, el problema, recalca, no solo lo tendría Galicia, sino comunidades como Andalucía o Valencia, que consumen muchos metros cúbicos de turba al año, sin meterse con la exportación, lo que revela, dice, su "potencial". "Vamos a tener que plantar tojo incluso en los campos de fútbol para abastecer a Europa", bromea.

En el proyecto están implicados Asvinor, la Fundación Juana de Vega, el Centro de Investigacións Agrarias de Mabegondo y una empresa que elabora sustratos.