Podemos no hubiese nacido sin que Pablo Iglesias participase como asesor en el nacimiento de AGE, la inédita alianza que en 2012 rompió el tabú de subir al mismo carro a nacionalistas (Anova) con comunistas estatales (Esquerda Unida). Y si Galicia marcó el inicio de un fenómeno que agitó el panorama político estatal, el mismo territorio le va a abrir un grieta interna a Iglesias de proporciones por calcular, aunque a corto plazo refuerza una alianza con opciones de plantar cara al PSdeG por liderar la izquierda, pese al desgaste de las negociaciones.

Iglesias se había inhibido en el proceso de diálogo con sus socios gallegos, pero el fracaso del tándem Bescansa-Echenique le mostró que En Marea no iba de farol y que no aceptarían una coalición a la catalana, un parche que rompería su discurso de unidad. Descolgó el teléfono y llamó a Xulio Ferreiro para presionar a favor de la coalición, incluso con un porcentaje mínimo en las listas, pero no funcionó. Tenía dos opciones: ir a las elecciones solo o diluirse en otro partido. Y eligió la segunda.

Fue Iglesias quien anunció la cesión en las redes sociales, movimiento que afianza su vínculo con Ferreiro y la tropa de Beiras, pero deja a los pies de los caballos a Santos y pone en duda la credibilidad de su partido. La líder gallega alegó los propios estatutos de su partido para rechazar integrarse sin siglas en un partido instrumental y fue avalada por Bescansa. Esas líneas rojas son historia tras la intervención de Madrid, lo que refuerza la imagen de sucursal de los podemitas, cuyas bases más reacias a caminar de la mano con los nacionalistas probablemente abandonen el barco.

El nuevo sujeto político que aparecerá en el Parlamento gallego no tendrá las siglas podemitas y los rivales de Santos afilarán los cuchillos contra ella, con el riesgo de otra crisis interna a las puertas de los comicios. Las pugnas le costaron también el puesto a Breogán Riobóo en enero.

El movimiento, sin embargo, tiene una lectura estatal para Podemos. Abre el precedente a enterrar siglas en aras de la unidad popular, pero en un escenario inédito. Rompe su mensaje, pues en Euskadi competirá el 25-S en coalición y ahora se queda sin argumentos para frenar una disolución en Cataluña, comunidad clave política, económica, social y simbólicamente. En las tres comunidades históricas se juega votos Podemos -23 de sus 71 escaños los obtuvo allí: 5 en Galicia, 6 en Euskadi y 12 en Cataluña-, pero ahora asume el riesgo de fiarlo todo al entendimiento con otras personas que dirigirán el partido.

En Marea es la gran vencedora del pulso. A pesar de que la llamada de Iglesias a Ferreiro generó ciertas dudas sobre aceptar la oferta de coalición, logra su objetivo a costa de fagocitar a Podemos. Si en 2012 Pablo Iglesias tomó nota de que algo nuevo sucedía en Galicia y lo aprovechó, ahora le ha sucedido lo mismo... pero lo ha padecido.