Adiós a los solares con construcciones a medio levantar, a fachadas sin terminar con los ladrillos y el cemento a la vista, a las verjas levantadas a base de somieres o chapas metáticas y a los viejos remolques convertidos en cobertizos. Para evitar que ninguna construcción desentone, la Xunta aprobó este año la nueva Lei de Solo. El objetivo: proteger y recuperar el paisaje y luchar contra el feísmo.

Hasta 50.000 casas sin terminar hay levantadas en Galicia, según el arquitecto y responsable del Área de Rehabilitación Integral del Concello de Rianxo, Carlos Fernández Coto. Y es que la disciplina municipal del ti vas facendo se ha aplicado durante décadas en la comunidad gallega. "Hay miles de casas terminadas por dentro, con cortinas y todo, pero con el exterior de ladrillo. Hay más de 50.000; y me quedo corto", reconoce.

Fernández Coto, que lleva estudiando este fenómeno desde hace tres décadas, destaca que una de las causas por las que los propietarios mantienen las fachadas inacabadas es porque "les falta autoestima y tener amor por el país, por lo gallego". "La gente que está fuera puede que lo tenga, pero una vez que está aquí nos falta", reflexiona.

La nueva Lei do Solo, que entró en vigor el pasado mes de marzo, advierte en uno de sus artículos del "deber de edificar incluye el deber de los propietarios de terminar las edificaciones para cuya ejecución obtuvieron la preceptiva licencia". Serán los concellos los que impongan las sanciones -de entre 1.000 y 10.000 euros-.

Para Fernández Coto la nueva normativa "cojea por un lado". "El organismo que redacta la ley no es el que después tiene que aplicarla. Y eso es un problema. La Xunta redacta una norma y quien la tiene que aplicar, por ejemplo, es el alcalde de un pequeño concello de menos de 1.000 habitantes que tiene muchas más cosas que hacer y que además, no hay que olvidar, son sus vecinos. Ese es un problema gordo", explica el arquitecto, quien también apunta que esta práctica de dejar los exteriores de los inmuebles sin rematar comenzó hace más de 50 años.

Según la ley recién aprobada son los propietarios los únicos responsables de terminar los inmuebles, no así, por ejemplo, los constructores. "El constructor es una figura que no está regulada. Está regulada de cara a las garantías de la edificación. Si construyes mal y metes humedades eres responsable, pero a nivel urbanístico es una figura que está medioperdida", señala.

Hace dos años el arquitecto de Rianxo presentó a la Xunta 40 medidas para minimizar el feísmo. Entre ellas destacan la obligación de un seguro que se haga cargo de terminar el exterior de la vivienda si al final no se remata; multar a las empresas de distribución de electricidad, agua y gas que den sus servicios a inmuebles que no estén acabados o llegar a acuerdos con las policías locales para controlar este tipo de obras. En Portugal, por ejemplo, si se deja el ladrillo cara vista la vivienda no recibe la licencia de primera ocupación.

Carlos Fernández Coto descarta que la causa de que haya un volumen tan elevado de edificaciones en Galicia con sus exteriores sin acabar se deba a la crisis. "Cuando a alguien le dices que hay que acabar la casa te viene con la milonga de la crisis. Saqué una foto de una casa de A Laracha y me dijeron que le cogió la crisis. Cierto, pero la crisis de 1985. La gente está acostumbrada a autoconstruirse casas con más metros de los que luego puede pagar, pero porque se lo permite la administración. Hay un porcentaje mínimo de personas al que les ha pillado la crisis construyendo una casa", explica este arquitecto para quien son básicas la formación y la información.

Para intentar concienciar sobre el problema del feísmo que inunda Galicia, Fernández Coto ha echado mano de las redes sociales. Tiene una página en Facebook (Canibalismo urbanístico, también llamado feísmo) y una cuenta en Twitter (Maltrato da paisaxe) en las que suma más de 12.000 seguidores. En ellas publica imágenes con ejemplos de viviendas inacabadas y de otras aberraciones urbanísticas.