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Las condiciones socioeconómicas de los hogares de Galicia

Más de 16.600 familias gallegas cambiaron de piso en cinco años al no poder pagarlo

-Los cambios de casa por motivos económicos se duplicaron con respecto a 2010 -Los gastos del piso suponen "una pesada carga" para seis de cada diez gallegos

La cara más negra de la crisis económica han sido los desahucios. Cientos de gallegos perdieron sus casas o fueron desalojados por sus caseros. Otros pudieron reaccionar a tiempo y, ante la imposibilidad de pagar su vivienda, optaron por hacer las maletas y buscar opciones más baratas. En esta situación se encontraron el 13,4 por ciento de los hogares gallegos, un total de 16.666 familias que en los últimos cinco años se mudaron a una vivienda más asequible. Es casi el doble de las mudanzas registradas por motivos económicos en el año 2010. Y, aunque se dice que lo peor de la crisis ha pasado, aún hay 3.500 familias que esperan cambiarse a un piso que les cueste menos en los próximos seis meses, tal y como refleja la Enquisa Estructural de Fogares del Instituto Galego de Estatística (IGE).

Costearse una vivienda sigue siendo una pesada carga para seis de cada diez gallegos. Un total de 630.600 familias -un tercio de ellas con hijos- se quejan de dificultades para afrontar los gastos, 16.500 más que en el año 2010. En todo caso, no es la hipoteca lo que más quita el sueño a los gallegos. Entre los que viven de alquiler el 70,5 por ciento manifiesta que la renta le supone un gran esfuerzo económico, mientras que entre los que deben pagar las cuotas hipotecarias este porcentaje se reduce al 64 por ciento.

Además el número de hogares hipotecados va en descenso. La crisis, con el estallido de la burbuja inmobiliaria y las restricciones de crédito de los bancos, frenó en seco la compra de vivienda mediante hipoteca, al tiempo que elevaron casi un 14 por ciento los alquileres.

Solo el 19,8 por ciento de las familias paga un préstamo por su vivienda, cuando en 2010 superaba el 21 por ciento. Por el contrario, el alquiler se extendió hasta el punto de que son ya 123.432 familias las que viven en una casa arrendada (el 11,6 por ciento). Y la gran mayoría de los gallegos, seis de cada diez, no paga un euro por su vivienda porque la tiene en propiedad.

Sin embargo, a pesar de que hay menos hogares hipotecados, en los últimos cinco años se ha incrementado un 71 por ciento las familias con ingresos mensuales inferiores a los 600 euros que tienen que pagar un préstamo por su vivienda. Son 6.100 hogares que, pese a su reducida renta, tienen que hacer frente al pago de una hipoteca, lo que los coloca en una situación delicada. Hace cinco años eran solo 3.500.

Deficiencias

Según el Instituto Galego de Estatística, hay además otras 8.000 familias que residen en viviendas con "deficiencias graves", es decir, aquellas casas que tienen goteras, humedades, podredumbre en suelos y ventanas, así como un deficiente aislamiento térmico y acústico.

En algunos casos, el problema es la falta de espacio. Un total de 27.000 familias viven apretadas en hogares donde no disponen de, al menos, una habitación por pareja o por adulto soltero o bien no hay un dormitorio como mínimo por cada dos niños.

De hecho, en los últimos cinco años se han incrementado un 56 por ciento las viviendas con menos de 40 metros cuadrados. Aún así los pisos pequeños siguen siendo minoría y la mayoría, cuatro de cada diez inmuebles, tienen entre 60 y 90 metros cuadrados. Así, mientras unos hogares tienen que acomodarse a pequeños espacios, hay gallegos que, a pesar de vivir solos, disponen de una casa de más de 120 metros cuadrados. Es el caso de 29.291 personas, según las cifras del IGE.

En cuanto a la antigüedad, un tercio de las viviendas de Galicia tienen más de 50 años. Sin embargo, una casa vieja no tiene por qué ser sinónimo de vivienda en peores condiciones. Y de hecho, el número de hogares que están en el tramo más alto de ingresos (más de 2.000 euros al mes) que residen en viviendas de más de medio siglo se elevó un 16 por ciento desde 2010.

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Los gallegos, molestos con el "feísmo" y el "botellón"

  • La ilusión de cualquier familia es vivir en una bonita casa, en un lugar agradable y tranquilo. Sin embargo, pocas viviendas son perfectas y cuando se empieza a vivir en ellas o, bien con el transcurso de los años, empiezan a aparecer los defectos. En Galicia la lluvia es el principal enemigo de las casas. Uno de cada tres hogares tiene humedades. Es el principal problema que manifiestan los gallegos. En segundo lugar, las quejas se concentran en el deficiente aislamiento térmico y acústico -que afecta a dos de cada diez familias-. Y el ruido ocupa el tercer lugar (el 14,3 por ciento).El tráfico viario es la principal fuente de molestia. De las 150.000 viviendas que sufren ruidos, la mayoría, el 59,3 por ciento, se queja de los coches. Además otro 36 por ciento se cansa de escuchar a los vecinos. Y, por supuesto, el ocio nocturno sigue rompiendo la tranquilidad de muchos hogares. El Instituto Galego de Estatística cifra en dos de cada diez las viviendas que sufren molestias vinculadas a actividades comerciales y ocio y hay otro 7,7 por ciento, un total de 11.700 viviendas, que se quejan del ruido provocado por el botellón.Pero estos no son los únicos elementos que irritan a los gallegos. El feísmo también les fastidia. Así uno de cada cuatro hogares se queja de que las edificaciones ruinosas provocan un impacto negativo en su entorno. Las construcciones inacabadas tampoco gustan a otro 19 por ciento de vecinos. Además hay un 21 por ciento que denuncia el deterioro de las calles, el mobiliario urbano y critican los grafitis y hay incluso quien se queja del abandono de la tierra (el 23 por ciento).Sin embargo, la mayoría de las viviendas tiene buen acceso a los servicios. Así seis de cada diez hogares tienen un centro de salud a quince minutos caminando desde casa. El 70 por ciento también puede ir a pie a una farmacia. A poca distancia disponen también de tiendas de comestibles y parques el 73 por ciento de las familias. Aún así, hay casi un 11 por ciento que explican que no disponen de una guardería cercana, mientras otro 56 por ciento sí la tiene próxima a casa y podría ir incluso caminando.

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