No pocos analistas vinculan el nacimiento desde el 1 de enero de 2015 de la Unión Europea Euroasiática (UEE) como el contrapeso que Rusia quiere colocar en el mapa mundial ante la UE y, por supuesto, la administración estadounidense. Rusia, Kazajistán y Bielorrusia crearon un espacio comercial común para la libre circulación de bienes, capitales, servicios y personas, a la que se ha unido Armenia y Kirguistán ya, y otras cuatro ex repúblicas soviéticas lo tienen en estudio. El embajador de Rusia en España lo ve como una alianza natural de regiones. Suma 182 millones de habitantes; 2,2 billones de dólares de Producto Interior Bruto (PIB) y, posiblemente lo más importante, el 15% de las reservas de petróleo del mundo y el 18,4% del gas natural.

En marcha o en negociación, la UEE cuenta con treinta tratados de libre comercio con países latinoaméricanos y de su entorno, como Vietnam o China. "Una de las prioridades es la negociación con la UE", remarca el embajador, que cierra la puerta a las reticencias que algunas publicaciones especializadas emitieron sobre la organización por ser más "un espectáculo político que económico" (The Economist) o "un mal negocio, hasta para Rusia" (Bloomberg Businessweek). "El proceso de integración tiene cada día mayor dinamismo", zanja.

De hecho, la falta de una "Europa unida", que incluya a esta otra parte del viejo continente, deja a la UE coja, en su opinión, ante la discusión con EEUU para el polémico Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP). Yuri Korchagin niega que Rusia esté en contra. "En lo que estamos en contra es de las negociaciones no transparentes porque llegan a acuerdos que desconocen el resto de países y después se les anuncia a los demás que hay unas reglas y con ellas hay que jugar", resume.