El 2 de octubre de 2013, Xavier Vence protagonizó una foto que pretendía coser las heridas abiertas del nacionalismo gallego, que tras sus éxitos electorales de los años 90 había logrado la mayor cuota de poder institucional con el bipartito entre 2005 y 2009 para luego ir desangrándose poco a poco hasta la ruptura de Amio. Aquel día, el todavía portavoz nacional estrechaba la mano de Xosé Manuel Beiras, icono de los mejores años del Bloque que había abandonado su casa para transitar por un nuevo camino que lo ha llevado al éxito electoral con diferentes alianzas con actores estatales, matrimonio profano para los puristas del nacionalismo.

Si aquel encuentro sirvió para ilustrar el carácter de Vence, proclive a la reunificación nacionalista y nuevo rostro amable de un BNG en el que el sector duro de la UPG ya carece de rivales internos organizados, los resultados también ejemplifican el negativo balance del período de este catedrático de Economía Aplicada en la USC nacido en Rodeiro en 1961.

Vence fue nombrado en una asamblea nacional del BNG el 17 de marzo de 2013. La UPG buscaba un rostro dialogante que, además, mantenía una excepcional relación con Beiras y había ejercido de voz económica del frentismo, siempre a favor de postulados como la banca gallega o la denuncia del expolio energético, entre otros asuntos.

Las facturas personales entre Beiras y la dirección de la U, que ya no son disimuladas, suponían un lastre para cualquier intento de reunificación y Vence trató de ejercer de nexo de unión. En este sentido, su gestión no ha logrado el objetivo y su salida arroja un balance demoledor en términos electorales que, de puertas para dentro, no se le achaca a él. En las europeas de 2014, el BNG fue quinta fuerza en Galicia con menos de 80.000 votos; en las municipales fue sobrepasada en las ciudades, con excepción de Pontevedra, por las Mareas, que le han robado el marchamo de fuerza rebelde. En las generales llegó la estocada con 70.000 votos, insuficientes para tener presencia e el Congreso, algo que no pasaba desde 1996.

El lado amable de Vence, emparentado con la realeza nacionalista a través de su matrimonio con Alba Nogueira, hija de Camilo Nogueira, constituye también su punto débil. Sus críticos le achacan no haberse enfrentado a la UPG, denunciando, por ejemplo, su incoherencia a la hora de pedir la disolución de las diputaciones y contar con más asesores que diputados en la de Lugo.