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Porto y Basterra no convencieron al jurado ni al juez de su inocencia y su preocupación por la niña

Mientras duró la vista oral, los dos acusados se enfrentaron a las incontables sesiones en actitudes contrapuestas. Frente a una Rosario Porto compungida, llorosa, vestida de luto riguroso, su exmarido se mostró más altivo, desafiante y con visos de indignación. Sin embargo, ninguno de los dos logró, vista la condena, convencer al jurado, ni al juez encargado de dar cuerpo a su veredicto en forma de sentencia, de su inocencia.

Cuando pudieron hablar, un derecho al que renunciaron al final, defendieron que la pequeña era el centro de su mundo. Rosario Porto, en un interrogatorio duro, que se prolongó durante casi ocho horas, fue la primera en enfrentarse a las nueve personas que decidirían su destino y lo hizo para defender que ella no le dio Orfidal a su hija y que Asunta era su "única preocupación". No obstante, su "no la maté", al parecer, no fue lo suficientemente persuasivo. Tampoco creyó el jurado a Alfonso Basterra, que declaró ante el tribunal la mitad de tiempo que su exmujer, y quien recalcó que la pequeña era "lo que más quería en el mundo". "Por supuesto que no maté a mi hija ni le di Orfidal ni tenía interés en que muriera", aseguró. Al final, los dos padres, que se presentaron el uno al otro como progenitores ideales, fueron condenados, aunque ellos siguen defendiendo que son inocentes.

Lo que no pudo explicar el jurado en su veredicto ni el magistrado en la sentencia en la que los condena a cada uno a 18 años de prisión es por qué cometieron el crimen que se les atribuye. A lo largo de la vista, las acusaciones optaron por sugerir que la niña "estorbaba", un móvil que el abogado de Porto se empeñó en desmontar alegando que entonces por qué tendría que ser motivo de discordia el quién se quedaría con Asunta tras el divorcio o por qué su madre prepararía una habitación para que tocara el piano. El fiscal, al final, reconoció que la razón "solo la saben ellos".

En todo caso, aventuró, como lo hizo también la acusación popular cuando presentaron sus conclusiones, que Alfonso Basterra quería "recuperar a Rosario y con ella su modus vivendi".

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