El asesino "está ahí fuera", pero desde el principio la investigación se volcó en que los criminales habían sido los padres. Así lo defendió el abogado de Rosario Porto, José Luis Gutiérrez Aranguren, en varias ocasiones a lo largo de la vista oral a la que se sometió su defendida y su exmarido, para enfatizarlo una vez más ante el jurado cuando expuso sus conclusiones. Esta estrategia de la defensa, sobre todo de la madre, apuntando a una tercera persona, no cuajó ni ante los nueve integrantes del jurado que acordaron por unanimidad la culpabilidad de ambos progenitores ni tampoco ha encontrado ningún resquicio para colarse en la sentencia.

Durante la vista, el letrado de Porto se dedicó una jornada entera al individuo cuyo perfil genético coincidía con el del semen hallado en la camiseta de Asunta, Ramiro C., precisamente porque el letrado de Porto quería incidir en la posibilidad de una tercera persona que no había sido considerada durante la investigación, a pesar de que el colombiano fue desimputado por el juez instructor por considerar que la aparición de su ADN en la ropa de la niña se debía a una contaminación del laboratorio.

En la vista el letrado de Porto también sacó a relucir los casos del conocido como pederasta de Ciudad Lineal, del que señaló que también raptaba víctimas de origen asiático y les administraba lorazepam. Sin embargo, ni el jurado ni el magistrado presidente picaron ninguno de esos anzuelos. De hecho, los miembros del jurado no se refirieron para nada en su veredicto a los problemas derivados del análisis de la camiseta y el presidente del tribunal, Jorge Cid, encargado de redactar la sentencia, llega a asegurar en el texto que las hipótesis alegadas por las defensas en favor de la participación de un tercero resultan "increíbles".

La principal razón es la administración de lorazepam durante los tres meses previos al fallecimiento de la niña, "demostrada científicamente", como enfatiza el documento que condena a Rosario Porto y Alfonso Basterra a 18 años de prisión, por el informe pericial que analiza el cabello de la niña. Esas analíticas descartan, como recalca el texto, la presencia de antihistamínicos, "que es el único fármaco al que hacen referencia" los padres.

Tras argumentar cómo los dos sentenciados fueron quienes, "de común acuerdo", suministraron a su hija el lorazepam, siendo ambos "conscientes de los efectos" que el medicamento producía en la menor, el juez ataca la línea de flotación de los argumentos de las defensas basadas en un tercero ajeno a los padres.

"El hecho de que tres meses antes del fallecimiento y hasta el mismo día de su muerte la menor haya estado consumiendo de forma repetitiva y continuada lorazepam, llegando a un elevado nivel de toxicidad el día de su muerte, descarta la hipótesis planteada por las defensas acerca de que el hecho delictivo fue cometido por un tercero", sostiene la sentencia.

Porque, argumenta el magistrado Jorge Cid, "es ilógico que un tercero durante meses haya estado drogando a la menor a la vista, ciencia y paciencia de sus padres, sin que estos hubieran hecho nada". También le parece "ilógico" plantearse la alternativa de que "casualmente" esa supuesta tercera persona "no hubiese tenido contacto" con la pequeña "hasta el día 21" (en septiembre, la fecha de su muerte) "y ese día le hubiese suministrado la misma sustancia con la que estaba siendo intoxicada durante los meses anteriores".

La sentencia aún va más allá y añade, a los razonamientos anteriores, otro: "Y todo ello, después de las siete de la tarde, ya que hasta esa hora estuvo en compañía de sus padres". "Realmente", proclama el magistrado en el texto, "dichas hipótesis son increíbles".

Hasta un día entero, sin embargo, ocupó Ramiro C. en la vista. Tuvo que declarar tanto él como su hermana, una amiga, el dueño de un local que les atendió esa noche en Madrid e incluso empleados del centro comercial a donde acudió ese día a recoger el traje de su boda. Aranguren insistió entonces en que Ramiro C. no tenía "ninguna coartada" aunque se le hubiera exculpado en su momento. Pero el problema de la camiseta de Asunta no se acabó ahí, sino que centró otra jornada de periciales en la que el laboratorio del servicio de criminalística de la Guardia Civil negó que la contaminación de la prenda se produjese en sus dependencias, dando pie así la hipótesis del tercer implicado.