La imagen es de principios de la década de 2000, con una Dolores Vázquez diana de todos los focos por el asesinato de la joven Rocío Wanninkhof intentando defender su inocencia. Es uno de los casos más sonados, con jurado popular, en los que la decisión final no llegó a buen puerto. Fue condenada el 25 de septiembre de 2001 por el asesinato de la joven de Málaga y posteriormente absuelta por el Supremo. En el veredicto de culpabilidad del jurado (solo 2 de 9 miembros defendieron su inocencia) se condenó a Dolores Vázquez a una pena de 15 años y una indemnización de 18 millones de pesetas a los herederos de Rocío Wanninkhof. Pasó 17 meses en la cárcel de Alcalá de Guadaira, en Sevilla. Ella defendió su inocencia desde el principio, en un caso marcado por la sobreexposición pública. El veredicto no se fundamentó en pruebas directas sino en "prueba indiciaria". En su momento se reabrió el debate de la idoneidad de los jurados populares. La defensa de Vázquez recurrió la sentencia al considerar que ni el veredicto de culpabilidad ni la sentencia del juez de Fuengirola estaban "suficientemente motivados". El Supremo ratificó el razonamiento del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. No bastaba con catalogar las fuentes de prueba, había que explicar las razones por las que a partir de esa base se habían tenido unos hechos como probados.