En su escrito, el fiscal insiste en la desatención a la conducción mostrada por el maquinista desde que tomó el mando del tren en la estación de Ourense con destino a Santiago. A los cinco minutos de iniciar el trayecto, cuenta Antonio Roma, "el acusado realizó una bajada brusca de velocidad", y por dos veces se activó el sistema de frenado denominado "hombre muerto", mecanismo que para el tren cuando el conductor no acciona los comandos determinados, ya sea un pedal o un botón, que comprueban que está prestando atención a los indicadores de la cabina. Además, el sistema Asfa alertó por dos veces, con duraciones de 47 y 72 segundos, respectivamente, de que se habían superado los 200 kilómetro por hora -límite máximo de velocidad- y el acusado descolgó el teléfono para responder a una llamada, "datos todos que evidencian una conducción desatenta en el trayecto", sostiene el fiscal.

Posteriormente, y mientras circulaba a 199 kilómetros por hora, volvió a atender una nueva llamada, esta vez del interventor del tren, que fue lo que le despistó para no reducir la velocidad a 80 kilómetros, que era el límite indicado para entrar en la curva de Angrois en la que descarriló. El fiscal asegura que era responsabilidad exclusiva del maquinista tanto aceptar la llamada como finalizar la comunicación en función de las circunstancias de seguridad que requerían el convoy y sus ocupantes.

"El acusado omitió la mínima atención de sus deberes profesionales al permanecer atento al contenido de una llamada que en ese momento era inadecuadamente extensa (100 segundos)", se recoge en el escrito de acusación. Añade el fiscal que la conversación no tenía urgencia alguna, pues era relativa a la vía por la que entraría el tren en otra estación distinta a la de Santiago. "El acusado no realizó la correspondiente reducción de velocidad en los 5.540 metros recorridos, en quebranto de las mínimas reglas de atención y profesionalidad que le son exigibles", continúa el Ministerio Fiscal.