Ella, de negro. Él, vestido con jersey azul, vaqueros y zapatillas deportivas. Pero no solo difirieron en su aspecto externo los dos acusados. Su actitud también lo fue: frente al rostro de dolor en el caso de la madre de Asunta, su progenitor manifestó un aire relajado y reflexivo.

Rosario Porto, la más expuesta al estar ubicada delante de Basterra, al que dio la espalda todo el tiempo y con el que ni siquiera habló en los recesos según explica Europa Press, se pasó la jornada con pañuelos de papel en la mano o en la cara, secando unas lágrimas que pugnaban por salir o salían. Sobre todo cuando escuchaba hablar de la pequeña, su muerte o del supuesto plan que había orquestado con su marido para matarla, ocasiones en las que negó a veces con la cabeza o intercambió comentarios con su letrado, que le recomendó tranquilizarse.

Alfonso Basterra inició la sesión con un actitud reflexiva, relajada y fría. No obstante, a medida que fueron avanzando las intervenciones, negó enérgicamente con la cabeza al oir las acusaciones que se le imputan. Recostado en la silla, a veces con los brazos cruzados, se mostró nervioso y afectado durante la intervención de su letrada, que hizo hincapié en su sufrimiento como padre de la víctima, cuando llegó incluso a secarse las lágrimas.