A partir del miércoles, las más de 9.000 explotaciones lácteas de Galicia producirán sin ningún límite en la Unión Europea (UE) regulándose solo por la ley de la oferta y la demanda. La cuota láctea ya no se comprará ni se venderá en España. Este derecho limitado a producir leche, instaurado por la UE en 1984 y adoptado por Galicia en 1991, se dará por finalizado justo en su 30 aniversario. La comunidad gallega está entre las diez regiones europeas con más producción de leche, ya que solo en España acapara casi la mitad pese al cierre de una media de 800 granjas por año desde el inicio de la crisis.

El nuevo escenario se plantea como un reto para ganar cuota de mercado a nivel mundial, pero las dudas y las incertidumbres también se apoderan del sector. Los ganaderos saben que tienen que ser competitivos para estar al mismo nivel que los gigantes productores del norte de Europa. También son conscientes de que están, una vez más, en manos de la industria y que si ésta no apuesta por la transformación y al mismo tiempo negocia con la distribución será más complicado competir a precios justos con el resto de países.

La cuota se diseñó en Bruselas para estabilizar los precios y el mercado. La asignación inicial para España era de seis millones de toneladas al año, una cifra insuficiente para atender la demanda interna de nueve millones de toneladas, lo que obligó a incrementar el cupo en los siguientes años. En el caso de Galicia, los ganaderos se reparten un cupo anual de 2,2 millones de toneladas, casi 89.000 por debajo de su producción.

Países como Francia o Alemania no tenían este problema porque su cuota siempre les ha dado margen para exportar y cubrir los cuatro millones de toneladas que quedan sin cubrir en el mercado español. El sector ganadero gallego advierte de que la eliminación de las cuotas dejará a parte de los productores indefensos y provocará un dumping que vendrá de Francia al tratar de vender en España sus productos a precios más bajos.

Al margen de lo que ocurra en la nueva campaña, estas regiones europeas van por delante y ya tienen deberes hechos en dos aspectos en los que España no ha empezado a trabajar y tiene que ponerse las pilas: una potente industria basada en la transformación y una buena organización de los productores en cooperativas.

| Productores organizados. Los ganaderos tienen su parte de responsabilidad en el nuevo mercado y su organización para ser lo más eficientes posible a nivel mundial influirá en el futuro del sector. Las dos organizaciones de productores lácteos (OPL) reconocidas legalmente en Galicia son Aprolac y Unión Leiteira Galega (Ulega), ésta última impulsada por Unións Agrarias, y son las únicas habilitadas para poder negociar con la industria. Desde la semana pasada, ambas agrupaciones funcionan en una operadora conjunta para ganar fuerza de presión en la negociación de los precios La conselleira de Medio Rural, Rosa Quintana, ya apostó en varias ocasiones por la creación de "una única organización de productores lácteos fuerte" con capacidad de negociar las tarifas. Los productores acusan a la Xunta de "dejadez" para ayudar a fijar un precio justo para la leche y el Gobierno gallego recrimina a estas dos organizaciones que no hayan negociado un solo kilo de leche de sus asociados. Estas disputas y la falta de unión y organización pueden poner en riesgo al sector en el nuevo mercado liberalizado.

| Industria transformadora. Aunque España es deficitaria en lácteos, pueden llegar productos de diferentes países, pero no existe un consumidor muy vinculado con los derivados. La industria aún tiene una asignatura pendiente porque no ha hecho un esfuerzo suficiente para transformar este producto. La liberalización puede implicar que los ganaderos que producen más desplacen a los más pequeños o menos organizados al no existir esa capacidad industrial para colocar los yogures, quesos o la mantequilla y la leche en polvo en el mercado nacional e internacional. El gran reto es que la leche gallega se transforme y comercialice en la comunidad y no tenga que hacerlo fuera. Las factorías deben crear un producto de valor añadido y negociar con la distribución para colocarlo en otros países.

| El precio. La tarifa a la que se vende la leche en origen tiene que garantizar la viabilidad de las explotaciones y su recogida, pero la caída en picado desde mediados del año pasado no hace ser muy optimistas a los ganaderos. Son los que menos cobran de España y en enero percibieron apenas 30 céntimos, al borde del límite fijado para cubrir costes de producción. En la nueva campaña, además de la cuantía, es clave que se empiece a cumplir el paquete lácteo aprobado por el Gobierno y que los productores conozcan por lo menos con dos meses de antelación, y no de una semana para otra, cuánto van a cobrar. La estabilidad en el sector pasa también porque las industrias cumplan los contratos, que deben durar como mínimo un año, con el objetivo de ofrecer más seguridad a los productores y garantizarles un mayor margen de ingresos. Si las fuertes subidas y bajadas de precios afectaban a la economía de los ganaderos ya cuando había cuota, a partir de ahora será más crucial todavía porque la liberalización de la producción aumentará los excedentes y tirará aún más a la baja las tarifas de la materia prima.

| Más terrenos. Pese a que la crisis ha empujado al campo a jóvenes parados, la falta de relevo en el rural es un problema que cada año se agrava. Y eso se nota en la reducción de la superficie agraria cultivada en Galicia, que entre 2007 y 2103 se redujo en 93.000 hectáreas, según los datos del Instituto Nacional de Estadística. Estos terrenos están abandonados o se han dedicado a la producción forestal. Se trata de una reducción del 12% de la extensión, una cifra que demuestra que el abandono de la actividad agraria en la comunidad gallega ha sido más intenso que en el resto de España, donde cayó apenas un 3%. En este periodo ha perdido peso la superficie gestionada por sus propietarios en favor de los arrendamientos entre particulares. Más complicado es alquilar algunas de las 11.300 parcelas sin dueño conocido que la Xunta alquila a través del Banco de Terras, porque los medios escasos provocan que desde 2013 permanezca invariable el número de transacciones. El sector considera que es el Gobierno gallego el que tiene que trabajar para que la dimensión de las fincas no sea un problema a la hora de competir y permita a las explotaciones adquirir una dimensión adecuada.

| Granjas más grandes. Los ganaderos tampoco pueden quedarse quietos y deben ampliar sus explotaciones. El tamaño medio de las granjas gallegas aumentó en más de un 70% desde 2008, al pasar de 18 a 31 de reses de media por granja, según las estadísticas del INE. Esta cifra es mayor que las 21 vacas con las que cuenta cada explotación extremeña o las 29 de Asturias. Aún así, está lejos de las 222 de Comunidad Valenciana, las 190 de Murcia o las 168 de Aragón. Los pequeños productores son los que corren más peligro en un mercado sin cuotas lácteas al tener que enfrentarse a gigantes competidores. La situación será más peligrosa para los que además tengan sus explotaciones situadas en zonas del rural aisladas. Los sindicatos agrarios alertan de que en Galicia corren riesgo muchos pueblos de Ourense, comarcas del interior de Lugo e incluso áreas apartadas del norte de la provincia de A Coruña.

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