Fuera, a menos de 50 metros, era 24 de julio en Santiago. Las calles de la zona vieja de Compostela estaban abarrotadas por decenas de peregrinos que hacían cola para recoger la ansiada compostela y cientos de turistas que intentaban a las cinco entrar, sin éxito, en la basílica. Un guardia de seguridad les avisaba:_"Solo misa, ni botafumeiro, ni abrazo, ni visita". Dentro, en la catedral, dos terceras partes del templo estaban ocupadas por víctimas y familiares que vivían un 24 de julio diferente, un aniversario del "dolor", como señaló el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, en la homilía de la celebración de la misa funeral.

El responsable de la archidiócesis compostelana, que presidió una celebración a la que asistieron todos los prelados gallegos, conminó a los afectados a mirar hacia el futuro: "La vida se comprende siempre mirando hacia atrás, pero hay que vivirla siempre mirando hacia adelante".

Así lo subrayó en una intervención que inició saludando con "afecto" a los familiares de quienes perdieron la vida en A Grandeira y a las autoridades presentes. Porque en una de las naves laterales, se sentaron el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo; la presidenta del Parlamento, Pilar Rojo; el delegado del Gobierno, Samuel Juárez; el vicepresidente de la Xunta, Alfonso Rueda, y el alcalde de Santiago, Agustín Hernández.

Tanto el regidor compostelano como el máximo mandatario de la Xunta se habían puesto en contacto en días pasados con el presidente de las víctimas agrupadas en Apafas, Cristóbal González, para preguntarles si estarían conformes con su asistencia, y el colectivo dio su visto bueno si acudían "en representación del pueblo gallego y del pueblo de Santiago".

En una eucaristía que compaginó la liturgia de la palabra con las voces de la Capilla Musical de la Catedral, dirigida por Miro Moreira, el arzobispo, remitiéndose al suceso que tiñó de negro la víspera del Día de Galicia, resaltó: "Entonces nos estremecimos ante el inmenso dolor de las víctimas que puso de relieve la compasión y el heroísmo de tantas personas que su cercanía y su esforzado trabajo fueron fuentes de luz en el misterio del dolor y de la muerte".

Julián Barrio encomendó al Señor a los fallecidos, pidió la "recuperación de los heridos" e imploró "el consuelo y la serenidad para sus familias".