La Comisión de Investigación de Accidentes Ferroviarios (CIAF) ha concluido en su informe final sobre el accidente del Alvia en Santiago el pasado 24 de julio que la causa del descarrilamiento que acabó con la vida de 79 personas fue el exceso de velocidad del tren al entrar en la curva de Angrois y el despiste del maquinista -Francisco José Garzón Amo-, que en el momento en que debía reducir la velocidad estaba hablando por teléfono con el interventor del convoy. El informe, de 266 páginas y que ya ha sido enviado al juzgado compostelano que instruye el sumario, resume las causas en solo dos párrafos y no hace referencia como posibles responsables a ninguna otra persona ni empresa, sistema técnico o infraestructura.

"La causa del accidente fue un exceso de velocidad del tren (circulaba a 179 km/h) en la curva de Angrois (limitada a 80 km/h), por no respetar el personal de conducción lo establecido en el Libro Horario de tren y en el Cuadro de Velocidades Máximas", se recoge en el informe de la CIAF, adscrita al Ministerio de Fomento.

"Como causa coadyuvante se apunta a una falta de atención del personal de conducción al responder este a una llamada telefónica de servicio del propio tren, proveniente del interventor, lo que motivó la no aplicación del freno de forma adecuada para reducir la velocidad antes de la entrada dicha curva", agrega el informe.

La comisión realiza una observación adicional al constatar "discrepancias no relevantes" entre lo establecido en el Libro Horario del tren y el cuadro de velocidades y lo dispuesto en la realidad sobre el alcance del sistema de frenado ERTMS, pero advierte que estas diferencias no guardan relación con las causas del accidente.

Los técnicos de la CIAF repasan con detalle los instantes previos al siniestro y consideran que la última conversación telefónica con el interventor, de cien segundos y en la que preguntaba por qué vía iba a entrar en Pontedeume, fue excesiva. Durante ese tiempo, el tren recorrió 5.540 metros en los que el maquinista "no realizó parte de su actividad normal de conducción", que en ese momento era el de iniciar el proceso de frenado.

Pero el maquinista no se percató de que debía reducir la velocidad y cuando se dio cuenta del punto en que se encontraba el tren ya era tarde. Aplicó el freno de emergencia circulando a 195 km/h y se rebajó a 179 km/h, que fue a la velocidad que descarriló el tren. El informe recoge parte de las declaraciones del conductor ante el juez, en las que admite su despiste y que no sabía en qué estaba pensando en ese momento.

La CIAF sostiene que las instalaciones técnicas, la infraestructura y el material rodante funcionaron "correctamente", al igual que los controles internos, si bien en este último apartado realiza una "observación" porque el aviso formulado por otro maquinista que alertada del riesgo en la curva de Angrois y que era conocido por nueve personas en Renfe solo "fue tratado exclusivamente en el ámbito formativo" y no se trasladó a los órganos de gestión la seguridad ni al Adif.

El hecho de que se produjera un cambio en el proyecto original para recortar el trazado controlado por el ERTMS -que los peritos creen que con su instalación en la totalidad de la línea evitaría el siniestro-, para la CIAF carece de relevancia. "La decisión adoptada en su día sobre la extensión física del ERTMS no tiene incidencia directa en la determinación de las causas econcretas del accidente".